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La tribuna
ENTRE las múltiples lecturas que se están haciendo de los resultados de las elecciones interesa destacar que, si se producen ciertas decisiones que están en manos de los partidos políticos, podemos encontrarnos ante una oportunidad histórica para encarar el futuro de nuestro país con un razonable optimismo.
Este optimismo se basa en la posibilidad de resolver, o al menos reducir, los grandes problemas económicos y político-institucionales a los que se enfrenta el país:
1) Problemas económicos, que derivan, por una parte, de los efectos de la crisis (paro, endeudamiento, desigualdad, deterioro de los servicios públicos) y, por otra, de las restricciones productivas que determinan un bajísimo crecimiento potencial (el 1% según el FMI), por lo que, tras la fase rebote en la que estamos viviendo en los dos últimos años facilitada por condicionamientos externos favorables, caeríamos en un anémico crecimiento. Por ello, y dada la práctica imposibilidad de políticas de demanda, son imprescindibles políticas de oferta que mejoren y racionalicen la complejidad de regulaciones que afectan a los mercados de trabajo, de bienes y servicios para favorecer la competencia, la inversión productiva, la internalización y aumento del tamaño de las empresas, la innovación y la cualificación del capital humano.
2) Problemas políticos-institucionales, que derivan de la degeneración de nuestra democracia en partidocracia, lo que ha impedido que se alcancen acuerdos de estado para reformar las instituciones, ha favorecido la extensión de la corrupción y ha provocado la desafección ciudadana hacia los partidos y las instituciones públicas. Para la estabilidad social y la profundización de la democracia es necesario recuperar el aprecio de los ciudadanos a las instituciones públicas y a los representantes políticos, pues en caso contrario corremos el riesgo de despeñarnos por el populismo. Para ello hay que regenerar nuestro sistema democrático, lo que exige reconducir la partidocracia en un sistema político más inclusivo, más transparente, con rendición de cuentas y con controles externo a la acción pública de carácter independiente. Esto exige reformas de calado en nuestras instituciones: sistema electoral, ley de partidos, sistema judicial, organización territorial del Estado, nuevo sistema de financiación autonómica, reforma educativa, sistema de pensiones,… y una política exterior más resuelta, especialmente en la redefinición de la Unión Europea tras el Brexit.
Las profundas y complejas reformas que requieren los problemas económicos y políticos-institucionales no pueden ser abordadas por un gobierno monocolor porque, como se ha puesto de manifiesto en las tres últimas décadas, cualquier iniciativa reformista de calado supone unos elevados costes políticos para los gobiernos porque los partidos de oposición alientan el rechazo social, aunque sean reformas necesarias. Y es en este punto en el que nos encontramos con una oportunidad histórica, porque la falta de mayoría absoluta en dos elecciones consecutivas, la predisposición manifestada por Mariano Rajoy a intentar un gobierno de amplia base parlamentaria para garantizar la reformas, y la disposición para crear una comisión negociadora sobre los contenidos del programa de Gobierno no se habían producido con anterioridad.
Es una invitación que el PSOE y Ciudadanos no deben dejar de explorar porque es una gran oportunidad para España, porque existe una amplia coincidencia programática en la necesidad de las reformas y porque otras democracias europeas han abordado procesos de reformas con coaliciones o acuerdos programáticos con notable éxito.
La alternativa a un Gobierno con un amplio apoyo sería la abstención de un número de diputados que permitiese la formación de un Gobierno en minoría del PP. Gobierno que tendría que negociar cada una de las leyes y de las iniciativas políticas, por lo que no tendría capacidad para abordar los grandes retos de España. Y si no se le permitiese al PP formar un Gobierno en minoría se tendrían que repetir las elecciones. Ante esta eventualidad tanto el PSOE como Ciudadanos deben de ser conscientes que el desgaste que sufrirían por su falta de colaboración podría llevar al Partido Popular no sólo a aumentar el número de escaños, sino incluso a la mayoría absoluta. En consecuencia, Ciudadanos y el PSOE no deberían seguir resistiéndose a la colaboración con el PP. Es más, si adoptasen una posición activa para un acuerdo de estado sobre las reformas, podrían encontrar la comprensión de parte del Partido Popular para que el gobierno fuese presidido por un político con menos rechazo por parte de los electores de centro izquierda, una persona menos afectada por los casos de corrupción y que representase la imagen de una nueva España más ilusionante.
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Gracias, Errejón