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Marco Antonio Velo
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Cuarto de muestras
España ya no es un país de Quijotes. Ya nadie persigue ideales de imposible alcance ni hace gala de su ingeniosa hidalguía por pasada de moda que esté. Ya nadie se enaltece con su propia nobleza. Nadie desprecia las riquezas de este mundo anteponiendo lo justo, lo bello y lo bueno. Nadie tiene un sentido del humor tan profundo y verdadero. Nadie enferma de melancolía y realidad. Casi nadie lee a Cervantes.
Vivimos en un tiempo triste de incertidumbres y desafectos. Nos sentimos desengañados con la política que no es capaz de seducir, liderar e ilusionar a la sociedad y que se ha convertido en uno de sus problemas más graves e irresolubles. Sentimos desapego por una religión que nos unió a Europa y nos hizo mejores, pero fue tan nuestra que le cogimos manía. Una religión a la que no le perdonamos una anteponiendo cualquier superstición. Sentimos también indiferencia y casi desprecio ante la verdadera cultura que ya no interesa apenas, por más que se nos acerque y se nos ofrezca gratis.
A los colegios electorales los días de votación, a las iglesias los domingos y las bibliotecas y museos, acuden sobre todo los viejos. A los jóvenes en general no les llama ni la política ni la religión ni la cultura. No sé si es porque les hemos matado la ilusión, robado la curiosidad, negado la trascendencia, ahogado el futuro. No sé si no supimos darle valor a esa llama tan vulnerable mantenida durante siglos que es nuestra civilización. No sé si podemos tener arrojo para pedirle algo a unos jóvenes a los que hemos dejado sin capacidad de respuesta ni de entusiasmo. Unos jóvenes que no pueden independizarse, a los que culpamos de no estar bien preparados cuando deberían ser ellos, en todo caso, los que nos culpasen de no haberles enseñado bien. Algunos jóvenes andan perdidos porque se sienten solos, no saben expresarse y se aíslan ante un mundo que dice ofrecerles lo mejor pero que les niega lo esencial.
La juventud no necesita un bono cultural, ni esta sociedad unos políticos que destrocen nuestra democracia y se salten la ley. No necesitamos budas con velitas ni gatos de la suerte. No es una cuestión de gratuidad, consensos y supersticiones infantiles. Ni la cultura ni la religión ni el gobierno se regalan porque tienen un alto valor que hay que enseñar, conocer y respetar. Hacen falta Quijotes que nos devuelvan la fe en nosotros mismos. Sobran pícaros y delincuentes.
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