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La singularidad de lo que está pasando es que las críticas más duras, más hirientes, con una carga de descalificación hasta cruel, a lo que Sánchez y el PSOE están haciendo no vienen del PP, de Vox, de los miembros conservadores del CGPJ, de la Asociación Profesional de la Magistratura, de los periódicos y las emisoras más críticas con ellos, ni tan siquiera de Intereconomía o esRadio... Vienen de lo que ellos mismos dijeron desde hace cinco años hasta hace pocos días.
Nunca se ha cumplido con tan dura contundencia la frase que se atribuye a Aristóteles: “el hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”. Aunque hay que precisar que para ser esclavo de lo que se ha dicho hay que tener vergüenza, pundonor, honor; y que a quien carece de ellos –como sucede en este caso– le importa un pimiento que lo que ha dicho se vuelva contra él. Son tiempos de política soluble, instantánea, amnésica, de usar y tirar. Y de cara dura, cinismo y desvergüenza.
Al hacer ahora lo que dijeron con tono altisonante y hasta chulesco que nunca harían –amnistía, condonación de los 15.000 millones de la deuda (que –Junqueras dixit– “es como meterle a cada catalán 2.000 euros en el bolsillo”), relator, mesa de diálogo entre el Gobierno de España y Cataluña para debatir el marco político de Cataluña que pueda ser refrendado por el pueblo catalán, traspaso integral del servicio de cercanías a la Generalitat– podrían haberse puesto al cuello una soga hecha con sus propias palabras. Pero resulta que no hay soga que valga, que al volverse contra ellos como boomerangs sus propias palabras chocan con una armadura de cinismo y un muro de desvergüenza. Les da igual. A ellos que lo hacen, a sus militantes que lo aplauden y a los 7.821.718 votantes que lo justifican. Es lo que tiene la ley de la gravedad: la inmundicia, cuando cae desde arriba, ensucia cuanto está debajo.
Si las críticas más duras son las palabras que dijeron, desveladas como mentiras o –aún peor– como principios traicionados, los medios y tertulianos más rabiosos no son los críticos sino los que tienen que tragárselo para defender lo indefendible y justificar lo injustificable. Todo “en el nombre de España, en el interés de España, en defensa de la convivencia entre españoles” como dijo Sánchez ante el comité federal alfombrilla. Imposible no acordarse de la famosa frase sobre el patriotismo del doctor Johnson.
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