
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Extranjeros en nuestra tierra
tribuna libre
DESPUÉS de leer desde hace años artículos y estudios sobre la historia del jerezano parque González Hontoria y el motivo de su denominación, no salimos de nuestro asombro cuando se sigue afirmando que su nombre se debe a que el famoso alcalde de nuestra ciudad donó personalmente terrenos de su propiedad para completar el dibujo que tiene el actual recinto ferial.
Lejos de aquel 14 de septiembre de 1902 cuando se inauguró dicho Real, el proyecto de acercar el dicho recinto viene de años atrás. Ya en el cabildo del 29 de agosto de 1894, siendo primer regidor Toribio Revilla y donde el sanluqueño Julio González Hontoria se estrenaba como concejal, se decidió que lo mejor era trasladar la feria desde la lejana Caulina al arrecife de Capuchinos aprovechando el municipal Campo de Instrucción al cual habría que agregar algunas fincas colindantes.
Sólo era un proyecto, que se vino abajo ante las pegas burocráticas provinciales y estatales amén de la confrontación política entre liberales, partidarios para dicha ubicación de la llamada 'Era de Morales', terrenos situados en la actual barriada de La Plata y Serrana, -nada que ver, como seguimos leyendo en algunos medios, con el actual parque- y conservadores, más fieles al proyecto de capuchinos. Curiosamente, Julio González, en las filas del partido de Sagasta, defendió hasta el final la idea de sus contrincantes políticos.
Un segundo intento serio de traer la feria de ganados al parque de Capuchinos fue el del consistorio de Manuel Bertemati, quien en 1896 crea una comisión donde despuntan entre otros el Marqués de Mirabal, Isasi, José L. Viesca, Ruiz Pérez y el mismo González Hontoria, quienes, con la ayuda del eficiente Gumersindo Fernández de la Rosa, ingeniero agrónomo, ideario del nuevo plano, tendrían que afrontar la compra de diversas fincas particulares junto al campo de Instrucción hasta alcanzar las 24 hectáreas y 60 áreas del futuro recinto. Pero, sin liquidez suficiente, el proyecto se pospuso. Incluso el mismo concejal González Hontoria diría que no se podría hacer pues las cincuenta mil pesetas que costaba era algo insuperable para el Ayuntamiento;
Y no es hasta 1902 cuando el Consistorio jerezano, con el recién nombrado alcalde Julio González Hontoria desde diciembre del año anterior, logra, gracias al visto bueno de las autoridades provinciales y sobre todo a la inyección de una suculenta suma de dinero procedente de un famoso y empalagoso pleito con la empresa de los ferrocarriles andaluces, la adquisición de los terrenos, en su mayoría viñas, que conforman hoy, afortunadamente, el espacio de ocio que todos conocemos.
No creemos que don Julio quisiera hacer sufrir tantos años a los jerezanos, pudiendo ahorrar tales penurias con la legendaria cesión de sus fincas para la conformación de la Feria.
Afortunadamente, la historia real está en los documentos y más allá de la leyenda, seguramente amparada en una tradición oral mal encauzada, no se puede ocultar la importancia del personaje en su lucha por conseguir que tal proyecto, por fin, se pudiera llevar a cabo. Simplemente, estuvo en el lugar y el momento adecuado para ello. Aunque el parque, por méritos ajenos, pudo denominarse con el nombre de otros muchos jerezanos que desde la Alcaldía o desde la misma Corte, lo intentaron con denuedo.
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