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Hagamos un poco de política-ficción, aprovechando que es domingo. Imaginemos, por un momento, que en las elecciones del 28 de mayo el PP consigue en Andalucía sus objetivos más ambiciosos y barre a los socialistas de los ayuntamientos. Sería un triunfo que no cabría apuntar ni a la fortaleza de las siglas del Partido Popular, ni a la estrategia nacional de Alberto Núñez Feijóo ni tan siquiera a la debilidad que presenta el PSOE en la región. Sería una victoria, casi personal, de Juanma Moreno. Todos los candidatos son Moreno y van, en la campaña y antes de la campaña, tras la estela que marca el líder. Eso vale para la candidatura sobrevenida de José Luis Sanz en Sevilla hasta la muy trabajada y meditada de Marifrán Carazo en Granada. Incluso para la del indiscutible e indiscutido Paco de la Torre en Málaga, aunque aquí sí es necesario valorar también el factor de prestigio personal del sempiterno alcalde.
Sigamos imaginando. Sea porque la temperatura de la opinión pública sube de forma incontrolada o porque la Unión Europea pone pie en pared, hay que dar marcha atrás en la ampliación de regadíos en torno al Parque Nacional y desdecirse de todo lo dicho hasta hora. Sería un fracaso, también casi personal, de Juanma Moreno que ha sido, quizás porque no haya muchos más a manos, quien ha asumido en primera persona la defensa de una iniciativa que tiene una venta complicada a la opinión pública y que puede terminar convirtiéndose en el primer resbalón importante de la segunda legislatura del cambio.
Los dos ejemplos, ficción con papeletas de convertirse en realidad, sirven para ilustrar el macro liderazgo que se ha creado en Andalucía, que empezó ya en 2019 cuando el PP y Ciudadanos -con el auxilio de Vox- echaron a los socialistas del palacio de San Telmo, pero que se ha multiplicado de forma exponencial durante los primeros meses de la mayoría absoluta. En la legislatura anterior hubo, por lo menos, un esbozo de reparto de papeles, entre Moreno y Elías Bendodo, y entre el Gobierno y el partido, que en esta ha desparecido. Todo, lo bueno, lo malo y lo regular, pasa por la figura del presidente de la Junta que se engrandece con una gestión que no da lugar a grandes sobresaltos pero que está demasiado expuesta. Cualquier revés, por menor que sea, también se apuntaría en su cuenta. Es el resultado de un plan determinado en el que el PP y el propio Moreno habrá visto más ganancia que pérdida y que ha dado lugar a una dirección regional del PP y a un grupo parlamentario sin perfil y un Gobierno que ofrece una imagen desvaída y con un punto tecnocrático. Un modelo así no aguanta una legislatura entera sin correr riesgos innecesarios.
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Gracias, Errejón