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Perdonen que empiece con unos palabros técnicos, pero luego me los van a agradecer. Se trata del 'sistema reticular activador ascendente', y sólo describe un sencillo y maravilloso efecto mental. Cuando uno tiene en la cabeza alguna idea o teoría, pesca en las redes de su atención muchísimos ejemplos y matices. De forma que, cuantos más intereses se tengan, más significados se hallan por todas partes. Hagan la prueba de tener abiertos unos cuantos temas de estudio, y verán lo que verán.
Me pasa con la paternidad. Desde que Marie Christine del Castillo-Valero me encargó una antología de poemas contemporáneos al padre, Tu sangre en mis venas (Renacimiento, 2017), descubrí un filón. A medida que nos acercábamos a nuestro tiempo, los poemas dedicados al padre crecían exponencialmente hasta convertirse en uno de los temas obsesivos de la actualidad. Activado el sistema reticular ascendente, el asunto se encuentra por todas partes, no sólo en la poesía.
Resulta asombroso en la última serie de moda, la sugerente Modern Love, de John Carney. Viene a hablarnos de amor, pero, como éste también es 'moderno', el tema del padre va ganando terreno subterráneo y se configura como el contrapunto casi constante. Cada capítulo es una historia independiente; y, en el primero, el portero del edificio de la protagonista hace de padre de guardia (espléndidamente); en el quinto, el corazón de la chica se abre sólo cuando cuenta la muerte de su padre; en el sexto, es la falta de una figura paterna la que bloquea la cabeza y el corazón de la protagonista. Incluso en el capítulo 4, es la paternidad (más que el tenis) lo que salva la bola de partido de un matrimonio en un agónico tie break. Muchos padres, ¿no?, para ser una serie romántica. El arte tiene esta habilidad para detectar dónde están los epicentros de las crisis: ése es su instinto y su razón de ser.
Si como indican la poesía, la narrativa y el cine, la paternidad está en una crisis que hace mucho daño a mucha gente, lo chocante es que uno de los gritos más intensivos de nuestro tiempo sea la lucha contra el patriarcado y la masculinidad. Descubrir esta paradoja tal vez nos sirva para algo. Para repensar lo que hacemos y para maliciarnos que tanta lucha esconde esa vieja actitud quizá no demasiado gallarda: la lanzada al moro muerto o al moribundo. Sanarlo o resucitarlo, por lo que el arte nos está suplicando entre líneas, urge.
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Gracias, Errejón