Pedro Sánchez y la otra izquierda

La esquina

Podría parecer, por la columna de ayer, que atribuyo toda la responsabilidad en el retroceso de la izquierda radical en España a la personalidad narcisista, el liderazgo autoritario y la torpeza estratégica de Pablo Iglesias. Mea culpa.

En realidad las causas del derrumbamiento del proyecto nacido a raíz del 15-M en la universidad y en la calle son varias y profundas. Sin vocación de hacer un inventario, ahí van algunas a bote pronto: la soberbia intelectual de sus dirigentes, el supremacismo moral que despliegan como vanguardia autoproclamada de unas masas a las que no se escucha, la burbuja social y política en la que se han instalado para permitirse hablar en nombre, e interpretar la voluntad, de la mayoría de los ciudadanos, el leninismo de una organización que se preciaba de ser asamblearia, el populismo demagógico e irracional que tiñe su acción: la dialéctica del amigo y el enemigo, el bien y el mal como únicos parámetros de la vida, las recetas viejas y fracasadas para los problemas nuevos del mundo (pacifismo que más bien es apaciguamiento ante un agresor imperialista), el desinterés por las clases medias mayoritarias en un país que está entre los veinte más prósperos del mundo ... En general, una desconcertante desconexión con la realidad.

Quizás sea más interesante preguntarse cómo estará viviendo Pedro Sánchez esta crisis de supervivencia de quienes han sido sus socios más necesarios y fiables (a excepción de PNV y Bildu). Creo que de modo contradictorio, y siempre con la vista puesta en el futuro, porque en esta legislatura dicha crisis será molesta, no letal.

Por un lado, la caída del espacio político (así lo llaman los cursis) le va a conducir, bajo una o bajo varias siglas, a perder escaños parlamentarios, mermando aún más la precaria mayoría que permitió la investidura de Sánchez en 2023. Tendrá que olvidarse de los 176 diputados. Por otro, puede tentar a los electores decepcionados con Sumar, Podemos y demás para que, en vez de refugiarse en la abstención o el voto en blanco, se inclinen hacia el PSOE por su política económica y social, aunque no los convenza del todo. Como mal menor. Para frenar a la ultraderecha. La única fórmula para que PP y Vox no lleguen a esos 176.

De momento las encuestas reflejan más trasvases de votantes de Sumar y Podemos a la abstención o la indecisión que al PSOE. Pero se trata de un electorado muy ideológico y emocional. Poco socialdemócrata.

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