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No por esperado ha sido menos doloroso. El adiós de Esteban se acercaba a medida que el equipo se hundía en la cola y al final ha sido inevitable. No hay entrenador -ni equipo- que aguante catorce partidos sin ganar, seis derrotas seguidas y estar a siete puntos de la salvación. Ha sido inevitable, porque algo había que hacer; esperemos que haya sido a tiempo y que, sobre todo, no sea peor el remedio que la enfermedad. Con el Boquerón segundas partes sí fueron buenas pero terceras no. El tercer episodio -que no epílogo, estoy seguro- de la relación entre Esteban y Xerez ha acabado como el segundo, con Esteban fuera del Xerez pero como nadie podía imaginar, con el Deportivo echando al Boquerón.
Y que quede claro: a Esteban lo echan los resultados, esos que consiguen los futbolistas, esos profesionales que estaban a muerte con el entrenador... 2-0 en ocho minutos: rejón de muerte, sí. Algo había que hacer, hace falta un giro radical y opiniones hay para todos los gustos: que si ha sido tarde, que si tal y como está el equipo Esteban es el único que puede salvarlo -hay quien lo piensa aún pese a que sus números son de descenso- y apuestas de todo tipo por su sustituto, desde David Vidal a Paco Peña o hasta Pendín o Carlos Fontana y un título.
El que nos llevó a Primera ya es pasado. Una pena, no me lo negarán. Para esto hubiera sido mejor no haber venido; sinceramente, sigo sin tener claro cómo regresó de la mano de Morales tal y como acabaron tras el ascenso. El Xerez les separó y luego volvió a unirles por 2+2 temporadas. No ha llegado ni a la primera. Un proyecto de futuro que ha tenido poco presente y que seguro que en nada se ha parecido a lo que Esteban se imaginaba: volver a Jerez, al Xerez, con Ñoño, José Luis y el Profe ¿Qué más podía pedir? Que la suerte le acompañara, pero no ha sido así.
Ni la suerte ni algunos jugadores, porque con el pitido inicial, el fútbol es de los futbolistas. Esteban ha cometido errores, claro que sí -quizás el más gordo volver tan pronto a su Xerez-, pero no me negarán que es una pena haber tenido que echar al Boquerón.
Una pena y una lástima; hasta la próxima, míster.
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