
El balcón
Ignacio Martínez
Opas malas y buenas
CATAVINO DE PAPEL
EN la poesía española contemporánea hallamos más poemas religiosos de lo que se suele pensar. Como primer ejemplo, en uno de sus últimos poemarios José García Nieto incluía su "Oración para una primavera". Dice así: "Gracias, Señor, por este ramo de agua que llega/ del aire hasta los campos, hasta el bosque, hasta el huerto;/ gracias por tu palabra, de nuevo en el desierto,/ prometiendo las hora frutales de la siega./ Gracias por tanta gracia, tanta cuidada entrega,/ por tanto ardor temblando desde el terreno yerto;/ gracias por estas flores primeras que han abierto/ ojos de luz a tanta claridad honda y ciega./ Gracias porque te he visto latiendo en los bancales,/ favoreciendo, urdiendo, los tiernos esponsales/ del verdor con la tierra, la rosa con la rama./ Gracias porque me enseñas a ser en lo que era,/ a olvidar mis estiajes en esta primavera.../ Gracias porque es llegado el tiempo del que ama." Se ha pensado que la filosofía inclina al hombre al ateísmo, pero también se ha opinado que al profundizar en la filosofía el hombre llega a la religión, anhelando a Dios, de ahí que Concha Zardoya le invoque así: "Si al silencio llegaras,/ dulce Dios, dulcemente/ y pusieras tu dedo/ en mis labios, muy leve,/ o corazón adentro/ -¡la vida desfallece!-,/ tocaras ese aire/ que la pena consiente/ y allí dejaras, honda,/ la paz, la suave nieve/ de la serenidad.../ Si besaras mi frente.../ Si allí el dolorido/ sentir tocaras...¡Fuerte/ soledad, Dios, almena/ dame, torre valiente/ contra rayos y vientos,/ contra ausencias y muertes!/ Si la dicha brillara,/ oh buen Dios, sol ardiente,/ en el fondo del alma,/ al llegar dulcemente/ tu voz dulce a la casa/ en la que siempre te pierdes..."
El siempre recordado Juan Ruiz Peña, poeta jerezano, creía que la poesía es el instrumento mejor para descifrar el silencio de la Divinidad. Y esta es su oración: "La catedral erguida,/ la sombra de los álamos,/ y mi pensar./ Era la tarde un resplandor rosado./ Mi corazón oía/ tu palpitar lejano./ Azul y vivido,/ un lucero brillaba solitario./ Hablaba tu silencio./ Quería yo escucharlo,/ y contemplaba/ por la atmósfera el vuelo de los pájaros./ Si eres luz de ti mismo/ y en tu fulgor soy rayo,/ ¡vibre, Señor,/ mi pensamiento en todo lo creado!". La poesía religiosa de hoy es incluso inquisidora en su inquieta búsqueda de Dios. Algunos pensadores consideran que el sentimiento de dependencia es el fundamento de la religión. Digamos finalmente, que quizás esta razón sea la que le movería a Javier de Bengoechea, para escribir el soneto "A voz en grito": "¿Lo ves, Señor? Vivir no es suficiente;/ yo me paso viviendo todo el día,/ y no me he muerto nunca todavía./ Y eso que vivo dolorosamente./ Si pudiera engañarte, y de repente/ disparar en mis sienes la agonía;/ al llevarte mi muerto, te diría:/ es, Señor, que se ha roto la frente./ Es que si yo, cautivo, y sin rescate,/ estoy atado a mí, seguro y firme,/ ¿no he de hacer que una mano me desate?/ Es que, Señor, ¿no ves que quiero irme,/ y como no me dejas que me mate,/ no sé que hacer, no sé, para morirme?"
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