Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Resaca de la vida
Descanso dominical
Podría vivir en plena la calle de San Francisco, tras un zaguán que se dejara querer por el resplandor de cierta farola bien merecía; podría vestirme con la sotana del curita que llamaba a medianoche a la criada aquejado de calenturas y antojo; podría, incluso, jugar a los médicos con la Micaela, auscultarla palmo a palmo hasta la última frontera de su piel; y también rescatar al marinerito ramiré de las negras aguas y de las garras del demonio que lleva la vida entera intentando desgajarle el alma. Sé que lo volvería a hacer porque en Jerez ya lo hemos hecho mil y una veces, desde que helaba en diciembre y teníamos que arropar con franelas al Niño Dios no fuera a ser que cogiese una pulmonía.
Entre las estrecheces del bar del Poema, donde Rafael Rivero, nos hacíamos fuertes con un cajón, un carrizo y las palmas de nuestras manos al aire. Las gargantas, normalmente bien regadas, brotaban que daba gloria, hasta el punto de que rozando la madrugada ya no se atrevía a tosernos ni el Orfeón Donostiarra. El fin de fiesta era lo que llamábamos “un Adeste Fideles muy serio”: latín por bulerías, un venite adoremus con el compás de esas noches en las que caben todos los días del calendario. Sin megafonía, sin taquilla, sin escenario y sin un autobús de Sabadell aparcado en la puerta; no me extrañaría, de hecho, que en ocasiones aquello le costara el dinero al dueño del pesebre. Quien le iba a decir entonces al Poema, a cualquiera de nosotros, a las hermandades y las peñas, al Ayuntamiento y a los hoteles, quien le iba a decir a nadie que la Navidad jerezana y las zambombas, que ya gozaban de un respaldo popular considerable, iban a alcanzar esta magnitud al cabo de unos años.
Pero el éxito es un animal salvaje, tan bello como imprevisible. Conviene no fiarse porque igual que te hipnotiza se revuelve con una dentellada y desaparece. Jerez debe domar este fenómeno antes de perder el control, antes de que en las zambombas se cante reguetón. Más allá de la fecha escogida para inaugurar el alumbrado navideño y abrir la veda tendríamos que preocuparnos por que no se prostituya la tradición. Quizá importe más el cómo que el cuándo, que no se bautice como zambomba cualquier sarao patético, que protejamos e impulsemos la manera genuina de cantar la Navidad según Jerez, que no nos dejemos la esencia y la identidad por los caminos que se hicieron con agua, viento y frío. Y a partir de ahí todos los autobuses de Sabadell que usted quiera, claro que sí. Es compatible, es lo deseable, es lo que tenemos que hacer antes de que cualquier listo quiera poner luces led y un karaoke en la calle de San Francisco.
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