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Quedaron incógnitas pendientes sobre la ruptura con el PP decretada por Santiago Abascal, coreada por un resignado cortejo funerario (la dirección formal de Vox) y rechazada por algunos de los damnificados (consejeros y otros cargos públicos forzados a abandonar).
¿Con qué pretexto? No ha podido ser más fútil: el Partido Popular ha estafado a los españoles arrodillándose ante el PSOE corrupto al apoyar que sean repartidos por toda España los menores inmigrantes sin compañía familiar que se dedican al robo, los machetazos y las violaciones (textual). ¿De verdad 350 muchachos fugitivos de la guerra o la miseria van a poner en peligro el progreso y la seguridad de millones de españoles integrados en sociedades prósperas y estables? Ni siquiera hace falta apelar a un criterio ético o humanitario sobre esta cuestión. Basta con confiar en una estadística no manipulada.
¿Por qué ha perpetrado Abascal este desaguisado esperpéntico, sólo comparable a su moción de censura parapetada detrás de Ramón Tamames? Me confieso incapacitado para entender sus razones más profundas. Quizás es un hombre que se deja guiar demasiado por la testosterona, poco propenso a la reflexión y al análisis de las consecuencias de sus actos, más atento a la ideología que a la praxis política, menos aficionado a la gestión de las cosas que a la pureza de los principios (una correcta administración en las comunidades y pueblos exige más esfuerzo, dedicación y valor que un mitin de exaltación patriótica y exclusión de los que piensan de otro modo). Quizás Santiago Abascal, preocupado por el estancamiento electoral de Vox, muy preocupado por la evidencia de que jamás se cumplirá su sueño de sobrepasar a la “derechita cobarde” y preocupadísimo porque en las elecciones europeas le ha salido un grano llamado Alvise, cuyos votantes se sitúan en la franja más joven del electorado y muchos de los cuales se confiesan antiguos votantes de Vox, ha reaccionado sacando pecho, resucitando las esencias ultras, rompiendo con el único partido con el que podría gobernar y corriendo como pollo sin cabeza a ingresar en el grupo europeo de Le Pen y Orban (el tercero de la dividida ultraderecha), al día siguiente de que el primer ministro húngaro rindiera pleitesía a Putin. Buen padrino.
O quizás, simplemente, Abascal se confirma como un zoquete en táctica y estrategia que no vale para encauzar la ira y el malestar de muchos españoles cabreados.
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Gracias, Errejón