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Lucas fue costalero de la Borriquita desde 1993. Curiosamente, tras 30 años besando el dulcísimo yugo de las trabajaderas de Cristo Rey, su última corría de costalero no sería sino debajo de la Virgen de la Estrella el 8 de octubre de 2023, precisamente cuando se trasladó la Señora a la Catedral para su coronación canónica. Chicotás de un edén anticipado. Gloria de signos premonitorios. Los más antiguos de la cuadrilla recuerdan que, en esa línea de cofrade poco convencional, solía entrar bajo el paso a la voz de “Buen rollo a todos, tíos…”. Lucas, un cofrade a su manera, como don Rafael Bellido Caro quiso ser obispo a la suya. Dignificó por entero el alcance de la fraternidad entre iguales. Era hermano con pacto de
sangre y sonrisa expansiva. Lucas cobraba identidad según su relación con el prójimo. Jamás desertó en lealtades, de puro comprensivo, de harto sencillo. Fue, de la ceca a la meca, de la cuna a la sepultura, un ser feliz. Un padrazo. Un integrador de voluntades. Quería con locura a sus hermanos Mónica y Jamie. ¡Para no ahogarse en las profundidades submarinas del amor oceánico que llevaba dentro, repartía aguajes de cariño a raudales, como un cilindro de oxígeno henchido de vida! Lucas no molestaba a nadie, no incordiaba, no padecía el pecado nacional de la envidia. Afilaba un sentido del humor impredecible, a veces a la inglesa y otras… a sus hechuras. Se daba a querer de manera natural, en redondo, como el pase de un torero que describe con su muleta un cuarto de círculo.
Lucas no propugnaba el aislamiento sino la alegre compaña. No cultivaba la soledad sino el conjunto, la congregación. Miraba desde la óptica de la transparencia. Pasó por el mundo no de puntillas ni a pies juntillas, sino calzado por las botas de siete leguas de quien jamás traiciona al niño que conserva en su interior, y avanza como los personajes de ‘El mago de Oz’: con valentía moral, con ternura, con coraje, con sonrisa, con inclinación a la aventura, con adhesión al valor de la familia. Con fácil desenvoltura en la Madre Terra, en el Mare Nostrum. La muerte de Lucas nos ha pillado a trasmano. A contracorriente. In albis. En el área contraria. Fuera de juego -y de órbita-. Tratándose de Lucas, ahora los corazones de los lasalianos lloran mar adentro. El presente obituario debe ser rubricado en formato de coautoría. Que hablen, pues, sus amigos más íntimos. Todos ellos rotos de pronta nostalgia….
Fernando Orge: “Lo conozco desde hace 40 años, todos los recuerdos que me vienen a la mente con él me producen una sonrisa, así era Lucas. Rectifico: así es Lucas”. Antonio Organvídez: “Querido loco: En este bonito viaje que ha sido nuestra amistad te bajaste antes de tiempo. Se que cuando llegue a mi estación de destino estarás en el andén para continuar esa bendita ‘locura’ que fue conocerte. Siempre fuiste un alma impredecible capaz de sorprendernos con tu forma de entender la vida, desconcertándonos en numerosas ocasiones a la vez que nos dejabas la huella de tu nobleza. Que tu locura sea la brújula que te guíe donde estés”. Guti (Juan Antonio Gutiérrez): “Y por mucho que pase el tiempo, te seguiré viendo como el madridista más loco y supersticioso que uno pueda imaginar, siempre con una sonrisa maravillosa, con tus carcajadas, con tu ceja levantada y cara de póker, con tus estiradas de rana en nuestro colegio La Salle, con tu cara de pipiolo aprendiendo latín y griego…y con la felicidad que nos regalaste a quienes tuvimos la suerte de conocerte y ser amigos tuyos”.
Manolo Quijano: “Un amigo sincero y auténtico, siempre listo para una buena e inteligente conversación, que vivió con pasión y que fue un gran padre”. Álvaro Cosano: “Decir de Lucas que fue un hombre bueno es una obviedad porque lo fue sin límites. Yo lo definiría como el hombre que nunca dijo ‘no’. Positivo, cercano, amable y atento siempre. Pero si algo destacaba en él era su risa loca que ha quedado grabada en la memoria de aquellos que tuvimos la suerte de crecer junto a él. Lucas se ha ido pronto. Demasiado pronto. Y sin llamar la atención. Como siempre fue en su vida. Descansa en paz, amigo”. Luis Prieto. “Lucas ha sido la persona que siempre ha estado disponible para todos, para lo que hiciera falta, sin preguntar cómo, cuándo, ni por qué. Maestro en el arte de saber escuchar. Definición de lo que significa ‘estar en buena compañía’. Auténtico ejemplo de amigo que termina siendo la familia que uno escoge”. Lucas deja un vacío alto, como alta -inmensa- fue su categoría personal. Ha fallecido prematuramente. Como en un vuelo inesperado, por los aires, tal así sus paradones en la época de gran cancerbero. Nunca se le cayeron los anillos en su ejemplaridad cristiana. Como tampoco los guantes en el gozo de la memoria de aquel guardameta tan puntero de la selección de la Salle. ¿Estará ahora ayudando a San Pedro en la portería del cielo?
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