Íñigo de Bustos

Del caballo y lo caballeresco: reflejos de Plenitud

Propagandistas de la verdad

26 de septiembre 2024 - 03:07

A principio de año daba cuenta este Diario de que en 2024 celebra sus 540 años el caballo cartujano, cuyo origen en 1484 está vinculado con la Orden católica de los Cartujos “nunca reformada por nunca deformada”; que fundando en Jerez el monasterio de Santa María de la Defensión, se consagró durante siglos a su cría. Dicha Orden, contemplativa, fundada por S. Bruno y S. Hugo en el año 1084, tiene por certero lema: La Cruz se mantiene erguida mientras el mundo da vueltas. En el silencio monacal es fácil descubrir que el ser humano puede relacionarse valiosamente con los seres de la creación. Esa ha sido la historia con el caballo. El ánimo de mejorar su manejo condujo a lo que hoy conocemos como las altas escuelas, también a las Maestranzas de caballería, donde los distintos tipos de doma han llevado a su esplendor las cualidades de tan noble animal. 

Pero aquella exigente relación entre caballo y jinete era también valiosa para éste. Hasta el punto, incluso, de constituir hoy un medio de terapia de algunos problemas emocionales o ciertas enfermedades, no solo en materia de rehabilitación y movilidad sino también en el ámbito de la psicología. Desde antiguo se aplicó con la equitación lo que hoy se formula bajo aspectos de la inteligencia emocional. De aquella beneficiosa relación, que forjaba el carácter y el espíritu del jinete, devino el caballero y la institución de la caballería, aflorando un código de conducta y de honor. En el arte de la guerra significó un progreso sobre el brutal y bárbaro guerrero antiguo. Impregnó a su vez las exigencias de la vida social y sobrevino el ideal del “caballero andante”. El eco que obtuvo la literatura caballeresca, muestra lo que era digno de admiración en lo que fue “la cristiandad”. 

La esencia de una persona, de un pueblo, de una época, se conoce muy sustancialmente por lo que admira, y sobresale cuando es exigente en su admiración. Si ha sido posible una bella historia del ser humano con el caballo, cuántas otras podría alcanzar. A este propósito en 1486 el célebre G. Pico della Mirandola, en su Discurso sobre la dignidad del hombre, mostró que Dios quiso que decidiéramos qué queríamos ser; nuestra decisión podría degenerarnos en seres inferiores o por el camino de la sabiduría elevarnos hacia lo mejor. Una sabiduría consistente en aprender qué es el Bien; el cual una vez conocido no se puede no querer. 

Quizás para acertar en el camino tengamos que “caer del caballo” y con las “primicias del Espíritu” acoger la más admirable de las exigencias: la unión con Dios, con el Bien, con la Verdad.

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