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Aunque cabría presumir que los católicos en la vida pública de nuestro Occidente postcristiano pudieran generar situaciones incómodas y molestas en determinados asuntos relacionados con su fe, en la política encontramos notables ejemplos que cuestionan tal presunción...
Hace unos años, en una Jornada de Católicos en la vida pública organizada por la ACdP, uno de los invitados, político que ya entonces gozaba de un cargo público de relevancia y que no ha dejado de ascender, tras oír las denuncias de otros intervinientes sobre el creciente ambiente laicista notoriamente contrario a algunos principios cristianos, manifestó su total extrañeza porque él nunca se había encontrado en política con una situación incómoda a causa de su fe. Y si bien es cierto que no se le conocía (ni se le conoce) queja alguna contra la cada vez más agresiva política laicista impulsada en gran parte por su propio partido, es curioso que su percepción de la realidad fuera tan ajena a la común denunciada por el resto. ¿Llevaba razón él o los otros?
Y salvando las distancias (oceánicas), similar actitud de comodidad podría predicarse del presidente de EE.UU., Joe Biden, cuya imagen como católico de Misa dominical fue incluso explotada como elemento positivo para su promoción por el Partido Demócrata; el mismo partido que desencadenó una ofensiva inmisericorde contra Amy Barrett intentando desacreditarla para que no la nombrasen jueza del Tribunal Supremo de USA, debido a su manifiesta y nada oculta condición de madre católica comprometida con su fe. ¿Y esta diferencia de trato entre ambos católicos a qué se debía? Fácil. A que Biden siempre se mostró entregadito a las causas más progresistas de su partido, hasta el punto de haber convertido el abortismo en un objetivo fundamental de su presidencia.
Y es aquí donde hallamos la clave que distingue la molestia e incomodidad que generan unos católicos u otros... Porque no molestan en general los católicos en la vida pública; sino sólo los que defienden con su testimonio y ejemplo de vida cuestiones trascendentales que en las actuales leyes se han ido alejando radicalmente del pensamiento y doctrina católica; cuestiones referentes a los denominados principios innegociables que afectan a la defensa de la vida, del matrimonio y la familia, de la libertad de educación y del fomento del bien común.
Con los católicos en la vida pública sucede algo parecido a lo del "lejonario" de Paco Gandía, al que no le daban miedo las balas… ¡sino la velocidad que traían! A nuestro mundo no le molestan los católicos en la vida pública, salvo que actúen coherentemente con la 'velocidad' e intensidad que marcan las exigencias de su fe.
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