El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
Tribuna libre
HACE más de un siglo que se instaló en Jerez la Fábrica de Botellas, es evidente que este negocio llegaba a la ciudad al rebufo del pujante negocio del vino, a la vista de la historia y de los acontecimientos, desde entonces, VICASA no ha sido capaz de superar esta razón tan elemental.
Botella tras botella, produciendo millones de botellas, toneladas de botellas, para un mercado con un ámbito territorial muy estrecho es todo lo que esta empresa ha sido capaz de conseguir en todo este tiempo. Nada de innovaciones importantes, ni en los productos, ni en los mercados, ni siquiera en la producción, nada. Con el productivismo miserable ha sido capaz de conseguir beneficios, entonces para que tener otras inquietudes, lo más rentable es dejar que los años vayan pasando y a recoger resultados.
¿Hasta cuándo se puede sobrevivir con estos objetivos?. Hay dos causas, y éstas son el fundamento del cambio de criterio en estos precisos momentos.
La primera deviene del declive de algunas fábricas del grupo, que no la de Jerez, por tanto, dicen y justifican que hay que reorganizarse, hay que concentrar las fábricas, de este modo se potencia la producción en unos sitios y se eliminan y provocan el cierre de otros.
La otra, es la respuesta a la pregunta que seguramente se habrán hecho. ¿Cuál es la fábrica que hay que cerrar?. Está claro: la que tenga las infraestructuras de producción más obsoletas y la que cuente con un suelo significativo y que permita el mejor negocio inmobiliario.
Así de fácil se toman las decisiones.
Y la empresa que no innovaba ahora es capaz de sacar el máximo rendimiento económico aplicando la habitual y clásica medida en el cierre de las fábricas.
La fábrica de botellas vista desde la ciudad y por la ciudadanía es todo un símbolo, la presencia de sus chimeneas no solo son elementos visuales, la lucha sindical de sus trabajadores han escrito páginas en momentos claves de la reciente historia de Jerez. Mientras, la empresa no ha tenido la más mínima involucración y compromiso con la ciudad. En el mismo espacio posiciones tan opuestas.
Ahora le toca luchar por su propio futuro a Vicasa, y el anunciado cierre tiene una lectura muy gráfica para el futuro económico de Jerez.
Llevamos 30 años siendo testigos de la lenta extinción de un negocio que le ha dado vida a Jerez durante más de dos siglos, 30 años de cambios en el consumo y en los medios de producción. Racionalización e industrialización han aportado negatividad en un negocio tan sutil como el del vino, donde el éxito va siempre asociado a prestigio, calidad, magia y mimo artesanal.
Ya es un hecho lamentablemente incuestionable la desaparición y la transformación del mundo del vino en Jerez, oficios y actividades tan importantes como las artes gráficas, el cartón, las cápsulas…, no tienen hoy la más mínima presencia en la ciudad, y ahora las botellas, quizás el último bastión importante de la industria auxiliar.
La compraventa de bodegas, marcas, edificios nos están dejando una configuración del sector y del modelo económico caótico, un resultado ilegible. ¿Qué futuro tiene este sector?. ¿Hacia dónde vamos y hacia dónde deberíamos ir?. ¿Quién defiende y lidera el rumbo y el destino de esta ciudad?.
Hasta ahora la debacle del sector nos ha mostrado con claridad a los que han hecho muy bien su tarea, son los que han defendido los intereses económicos de cada una de las empresas que han desaparecido, los beneficios y los resultados de este proceso han sido para las empresas. Mientras los trabajadores, con su lucha, han conseguido, en algunos casos, mejorar mínimamente el marco laboral. Y quien realmente hicieron muy mal la tarea fueron aquellos que defendiendo los intereses generales se extralimitaron en las ayudas a unos cierres sin otro futuro y sin otra finalidad que el cierre. Nos estamos quedando sin pasado y al no encontrar caminos alternativos o complementarios, nos estamos quedando sin futuro.
Las instituciones hicieron lo que nunca deberían haber hecho, ayudar a las empresas bodegueras para superar aquellos momentos críticos, aquellas ayudas sin condiciones para que garantizaran un futuro no tuvieron ningún sentido.
Nos quedaríamos sorprendidos si pudiéramos conocer con precisión la cifra, el capital que se movió fue muy considerable y lo peor es que sirvió para dejar sin futuro a más de 10.000 trabajadores, a toda una ciudad, de todo aquello poco queda, viviendas anodinas, bares efímeros, videotecas…. y los pasivos que se captaron por la banca ya diluidos tras el tiempo transcurrido. Debemos de aprender de nuestra propia experiencia y tener mucho cuidado en no reproducir los mismos errores, estamos obligados a hacer las cosas bien.
A día de hoy considero que no lo estamos haciendo bien, lo hicieron mal quienes permitieron a la empresa hacer cuentas, incluso dejándole proyectar, diseñar y cuantificar los derechos y los usos futuros en los suelos de la actual Fábrica, en definitiva, permitiéndole mediante el nuevo Plan General una operación inmobiliaria que ya veremos cómo se paraliza legalmente. No será fácil. Y peor ha sido cuando se ha negociado la prórroga al incumplimiento de los compromisos de la empresa en los suelos que iban a servir para el traslado.
Hasta aquí hemos llegado, pero no todos hemos llevado la situación a este punto, así que el uniforme para los desfiles. Ahora lo que debemos de hacer es no equivocarnos más, por eso hay que mantener una lucha intensa e inteligente contra el cierre.
Si Vicasa no se cierra, nos surge la duda del tiempo, blindemos y preparemos esta eventualidad por una parte arrancando día a día un futuro innovador con retos empresariales y sociales, y donde haya proporcionalidad directa entre la co-gestión y la ayuda y el esfuerzo por alcanzar los objetivos.
Si Vicasa se cierra, guerra, guerra y guerra. Y cuál es la guerra, pues conseguir que se quede en Jerez lo máximo, que el suelo termine en manos públicas, que los poderes públicos se conviertan en abanderados de la inflexión que el Modelo Económico de Jerez necesita, que el nuevo Proyecto en los suelos de la Fábrica de Botellas no sean más viviendas anodinas y que se convierta en un ejercicio práctico de los pregones institucionales, de modernidad, de innovación, de nodo tecnológico, de mixtura de usos, de sostenibilidad…. de la nueva ciudad y de los nuevos líderes públicos que son capaces de demostrar con hechos tantas ilusiones que durante tanto tiempo hemos venido soñando.
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