La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Tengo un amigo que se indignó hasta el paroxismo cuando la crisis de la carne mechada en Andalucía y exigía el cese inmediato de media Junta. Aquella listeriosis provocó cinco o seis muertes, si no recuerdo mal. La pandemia actual lleva más de 23.000 y todavía aguardo alguna forma de indignación de mi amigo. Bueno, quizás no le quedaron reservas tras la crisis del ébola, con Rajoy en el Gobierno.
Es una actitud extendida. Hay muchos ciegos y sordos voluntarios -son los peores, ya se sabe- que por motivos de fanatismo ideológico o antipatía política (alguno, también, por interés particular mezquino) no quieren ver ni oír que el Gobierno de la pandemia está haciendo mal algunas cosas. Algo que le pasaría a cualquier otro Gobierno. Nadie es perfecto. Ningún gobernante acierta siempre, ninguno se equivoca siempre. Eso sólo funciona para los muy sectarios o los muy cretinos, que dividen el mundo en buenos y malos, y de ahí no se apean. Que conste que eso pasa también en la otra trinchera, donde hay gente igual de fanática y cretina que rechazan la mera posibilidad de que el Gobierno actual haga algo bien. Más aún, le atribuyen una responsabilidad criminal en la pandemia. Lo mismo lo culpan de haber propiciado voluntariamente la propagación del virus que de aprovecharlo para instaurar un régimen comunista, acabar con la empresa privada y repartir cartillas de racionamiento.
Pero volvamos a los indignados habituales, ahora acríticos. Parten de un prejuicio insalvable: su superioridad moral les hace estar siempre en el bando bueno y condena a los adversarios al lado de los malos. Si a alguien se le ocurre fijarse en el fallo de un ministro o criticar una política que no da resultado, inmediatamente salen a la palestra para desacreditarlo o te responden que los políticos de la oposición son peores. Si dices que faltan mascarillas o que el Gobierno da tumbos con el virus, te saltan a la yugular, no con argumentos, sino con insultos. Si pretendes formular una crítica constructiva es que eres más de ultraderecha que Don Pelayo, además de xenófobo y machista. Si exiges transparencia y veracidad te encuentras con acusaciones de manipulación y fake news por parte de aquellos que han construido su biografía política a base de fake news, escraches y otras excrecencias del espíritu antidemocrático.
El Gobierno debería hacerlo mejor, pero lo que más falta hace en España es tila.
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