Tacho Rufino

Te quiero igual

Gafas de cerca

29 de octubre 2023 - 00:15

En uno de los veladores de la terraza de albero, una madre joven –todas las madres lo son, en realidad– educa a su pequeño, que acaba de hacer alguna trastada. El niño se abuchara y ella lo reprende; lo cual te reconcilia con el futuro, si es que esto es posible, y a la vez al pequeño lo va preparando para convivir: “Has creado el problema tú, resuelve el problema tú”. No argumentó mucho más, sólo repitió eso mismo varias veces ante las protestas del chiquillo, con esa severidad materna que es aun más amor que el consentimiento. Tras la lección magistral, la dulce madre retornó a su tertulia como si tal cosa.

Probablemente, el problema irresoluble –el nudo gordiano– de la política española esté en la falta de educación, esto, y dicho de otra manera, en uno de los talones de Aquiles de lo que damos en llamar “el menos malo de los sistemas”, la democracia. Quien genera el problema no lo resuelve; ni siquiera paga por ello en votos. Es consustancial a la política española lo que en rugby llaman “patada a seguir”, que en el refranero viene a decirse “el que venga detrás, que arree”. Es la pólvora del rey de la que las campañas electorales están hechas. Porque nos lo merecemos; en este país nos cabe el Titanic oblicuo, tal es nuestra militante tragadera. La mentira no hace perder apoyos electorales (aceptamos “cambio de opinión” como mentira de compañía). Donde dije digo, digo Diego. Y no pasa nada. Te quiero igual.

Si a esto unen un sistema de asignación de escaños y de obtención de mayorías de aluvión, un algoritmo que propicia que no sólo no gobierne quien gana, y que no sólo saque pecho vencedor quien pierde y hasta baile en su sede la noche electoral, sino que el último mono –un piernas con siete votos– tenga la llave del poder de otro, a cambio de que este otro le dé el oro y el moro, pues lo dicho: el país es un absoluto carajal institucional, hasta tal punto que, a la vista del obsceno mercadeo de cuotas, uno desearía ser británico y americano yanqui, esto es, bipartidista. Y ya, a nivel orgasmo, germánico. Ah, alemanes: una gente capaz de gobernar en coalición con su enemigo. El cosmos kartoffeln prefiere aliarse con su suegra a darle a un enano electoral la palanca que no ha merece. A costa, caso de Andalucía, de que otros que han votado muchísimo más y obtenido muchos más votos vean que los dineros que le corresponden se los lleven otros, en el trajín. Otros que son más ricos. Llamarse socialistas, una ideología internacionalista y, por ello, antinacionalista, y hacer colchas de retales con gente a quien tu país le resulta pestoso, ¿es también la grandeza de la democracia?

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