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En un campo de fútbol acosan e insultan a un jugador negro, incluso antes del partido. Participan miles de personas, que se desahogan ocultas en el inmenso circo romano. Tienen éxito. Desquician a la víctima, que acaba expulsado por repeler una agresión. El árbitro del VAR esconde parte de las imágenes de la trifulca, con lo que el autor inicial de la acometida sigue en la cancha. (El manipulador del VAR ha sido despedido, el campo parcialmente cerrado y se ha anulado la expulsión). El hooliganismo no acaba ahí; ciertos periodistas, hinchas antes que informadores, exculpan a la jauría y acusan al futbolista.
Gustave Le Bon sostenía que la masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado; depende cómo sea sugestionada, será mejor o peor. La masa de un campo de fútbol es anónima, despersonalizada; puede ser cobarde y agresiva. Freud mantenía que para conformar la masa no es imprescindible un líder, el odio puede tener carácter unificador. Y en los estadios se suelta mucha frustración, en modo de acoso al árbitro, al entrenador o jugadores rivales, e incluso contra futbolistas, el míster o el presidente local. Hay barra libre para el delirio. Hubo un tiempo en el que se aplaudía al equipo visitante cuando saltaba al campo...
España lleva una semana en el diván preguntándose si es racista. Quizá no sea un país racista, porque no ha tenido ocasión, pero racismo hay. En escenarios propicios se nota. Históricamente ha habido xenofobia contra gitanos, árabes, judíos y latinoamericanos, tildados de trapaceros, moros, ladinos o sudacas. Ahora le toca a futbolistas negros. Hay quien destaca que el Real Madrid alineó en Valencia a otros jugadores de color, como Camavinga, Rüdiger, Tchouaméni, Militao y Mendy, y el conflicto se produjo sólo con Vinícius. Se da a entender que la actitud del jugador propicia estas reacciones del público. Un argumento similar a culpar a una víctima de violación por llevar minifalda. Lo cierto es que al llegar a Mestalla el madridista, ya varios cientos de hinchas le cantaron ¡Vinícius eres un mono!
Además de la Fiscalía, la Federación, La Liga y los árbitros tienen mucha culpa de esto. Se es permisivo con los ataques verbales en los campos de fútbol, los árbitros no protegen a los jugadores creativos de golpes y provocaciones de los defensas. Los referees se preocupan más de cómo les hablan los futbolistas que de las patadas que reciben los delanteros. Dar rienda suelta a las bajas pasiones en los estadios es barato. Comportarse como un racista no está bien castigado ni legal, ni deportiva, ni moralmente. Por eso hay racismo en nuestro fútbol.
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