La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Alto y claro
El Loco, Jesús Quintero, hizo una radio efectista y efectiva y una televisión efectista, también, pero sobreactuada. Eso no era ni malo ni bueno. En cualquier caso, fue un revolucionario creando formatos y llevándolos hasta el límite, lo que tiene un mérito que sólo conocen los que lo han intentado. Para el arriba firmante, el Loco es la magia de la radio de madrugada, porque las dos son mágicas: la radio y la madrugada. Esa magia fue envolvente y rompedora en los primeros ochenta, cuando tantas cosas se estrenaban en España y en la vida. Ocurrió en una Radio Nacional que intentaba sacudirse la modorra del franquismoy hubo, como suele suceder en estos casos, un personaje entre bambalinas, el gran Paco Cervantes, decisivo en la creación del programa, el personaje y la mística que desde el primer momento lo arropó. Quintero logró una complicidad con los oyentes hecha de silencios, de músicas y de guiños. Era la fórmula de su éxito. Esa complicidad ya lo acompañaría para siempre, aunque luego ya subido al estrellato y cambiado a golpe de talonario, supongo, a la Cadena SER empezó a ser otra cosa: un personaje que se interpretaba a sí mismo, aunque siempre con los rasgos de genialidad que eran su forma genuina de estar en el mundo.
Luego vino la televisión y el riesgo de trasladar a un medio que no tiene la magia ni el encanto de la radio todo lo que allí se había creado. En la tele a Quintero le traicionaba muchas veces la sobreactuación, aunque firmó programas de una hondura y una calidad que hoy sería imposible encontrar en los cientos de canales que tenemos al alcance del mando. Los hizo sin tenerse que ir a Madrid. El perro verde, en el que está lo mejor de lo que el Loco cuajó para la pantalla, lo hizo para TVE en Sevilla en un plató en el Cine Pathé, donde se logró una calidad y textura de imagen muy por encima de la televisión que se hacía entonces en España gracias al trabajo de profesionales como Godofredo Cobos, uno de los mejores que se han puesto en Andalucía al frente de un control de realización.
Pero Quintero perdía en televisión, entre la grandilocuencia y los personajes disparatados que le servían de taburete para su propio lucimiento. Perdía sobre todo para los que habíamos empezado en la penumbra de la madrugada a escuchar una radio nueva que no se parecía a ninguna otra, en la que el silencio era la forma más clara de decir.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Memoria de Auschwitz
La colmena
Magdalena Trillo
Gracias, Errejón