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La vida política española ha caído tan bajo que se toma como algo normal y se tolera por parte de la presidenta que en sede parlamentaria se insulte a España y al Estado, y se acuse de prevaricación, con nombres y apellidos, a los jueces. Lo hicieron los partidos que apoyan a Sánchez –Junts, ERC, Bildu, BNG, Podemos– y el representante del partido que cogobierna con él. Algo tienen que ver el PSOE, Sánchez y el Gobierno con la lluvia de insultos y acusaciones que dejó indiferente a Armengol. Después Bolaños dijo que “España es un Estado de derecho, con jueces que ejercen su labor de manera profesional y con rigor”. Si lo cree, por qué no exigió la intervención de Armengol cuando los representantes de los partidos que apoyan a su Gobierno y forman parte de él denunciaban “la justicia prevaricadora española” y acusaban a los “jueces de partido dispuestos a todo” de “prevaricadores” que “actúan “contra el Estado de derecho” siguiendo “intereses espurios”. Con un tono y una gestualidad –si no la vieron recuperen, por ejemplo, la intervención de Pilar Valluguera– que, si no era de odio, se le parecía mucho.
La progresfera mediática, con TVE al frente, se apresuró a convertir la derrota de Sánchez –escrita en su cara– en un triunfo que demuestra que por ética y constitucionalismo no está dispuesto a someterse (al menos del todo) al chantaje y/o la presión de Junts. Ayer hasta seis ministros fueron enviados en misión a medios selectos –TVE, Ser, Catalunya Radio, TV3, La Sexta– para poner árnica en el moratón del martes, convertir la derrota en triunfo de la firmeza y afirmar que al Gobierno le queda legislatura por delante.
En realidad, es el doble muro del Constitucional y la UE, no un súbito ataque de ética constitucionalista, lo que les ha frenado en seco. Pero ya conocen el lema de Sánchez: hay que hacer de la necesidad virtud. Y a ello se aplicó la progresfera mediática que ahora pone en duda la credibilidad de Junts. Buen chiste. Lo contó Esopo, en forma de fábula: “¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir”, le dijo la rana al escorpión cuando le picó mientras cruzaban un río, tras asegurarle que no lo haría porque ambos se ahogarían. “Lo siento ranita –le respondió–. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme”.
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Gracias, Errejón