Resaca de la vida

Cuarto de muestras

01 de diciembre 2024 - 03:07

Hay dos maneras de escribir un artículo. Una, no mirar ni leer nada antes de meterle mano para no sugestionarse y así contar la idea tal cual sale de la cabeza. Otra, darse un atracón de prensa de todos los colores para saber de lo que se habla y no caer en lugares comunes. A mí me gusta el alterne en esto también. A veces, leyendo a los demás, surge el chispazo, la idea propia. Pero los artículos que más me gustan son los íntimos, aquellos que se escriben solos y no me preguntan ni a mí. Para qué si una idea se estropea a base de pensarla.

Hoy no estoy muy inspirada así que me he decidido a hablar de las comidas de empresa. Esas comidas de Navidad, con su punto vulgar, sus tediosos menús concertados, sus discursos improvisados de palabras repetidas, su sobreactuada exaltación de la amistad, sus peloteos, escarceos y rivalidades. Sus indisimulados rencores como pellizcos de monja en el alma de algunos comensales. Sus trinos del fin de fiesta por los que se entiende mejor que nunca la legendaria advertencia de los tabancos: “Se prohíbe el cante”.

Tienen las comidas de empresa un brillo un tanto gastado, repetido y pobre, como de circo viejo. Yo acudo a esa cabalgata de recuerdos y reencuentros como el niño que hace ya tiempo que dejó de poner sus zapatos limpios la noche de reyes para que se los llenaran de cigarrillos de chocolate. Acudo a darlo todo en ese extraño ambiente para que los que ahora comienzan lo vivan con la misma ilusión que yo lo viví en su día, cuando todo estaba por hacer y por hacerme yo misma. Tienen algo de déjá vu esas pequeñas fiestas de compañeros cuando vuelvo a buscar una prenda de terciopelo en el armario y vuelvo a encontrarme mis inseguridades y vuelvo a buscar esa magia que tienen los reyes magos cuando ya disimulas que conoces su misterio que no es otro que un cariño ciego, disfrazado e incondicional por una profesión que mortifica tanto. Y te acuerdas de los que no están que es la mayor muestra de que hemos dejado de ser jóvenes y de que nosotros hemos empezado a dejar de estar también. Y dudas si apurar la vida o volver a casa. Hay un momento en la fiesta en la que temes que todo se deshaga y como en el cuento te quitas de en medio así, a solas y sin despedirte, con el sueño de haber dejado un paquete de regalo intacto para el año que viene.

Hoy me hubiese gustado escribir uno de esos artículos que se escriben solos, pero ayer estuve de comida de compañeros y ha salido este lugar común, esta resaca de la vida que tanto acompaña y tan solos nos deja siempre.

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