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Después de ver a Sánchez acurrucado en su escaño enviando al atril a Puente cual primo de Zumosol y oír el tono y el discurso chulesco de este, las cosas han quedado claras. El resistente no es valiente. Después que su partido perdiera las elecciones del 28 de marzo y él perdiera el cara a cara de Atresmedia y las elecciones del 23 de julio no estaba dispuesto a perder más. Y en el atril difícilmente podía soslayar la palabra amnistía y las intervenciones de ERC y Junts exigiendo ir más allá, dándola por hecha, y pactar un nuevo referéndum. Se está mejor en el escaño. Sabe que es casi seguro que será investido, que solo es cuestión de encontrar las palabras que formen una película protectora para impedir que a su partido, sus militantes y sus votantes les salga una úlcera en el duodeno constitucional al tragarse tan enorme pastilla. Quizás llamándola alivio penal o algo similar. Quizás esperando que se acostumbren a ella oyendo como otros la pronuncian. Pronto lo sabremos. Siquiera en parte porque los que vinieron con luz y taquígrafos para echar a la casta se han vuelto muy reservados y discretos.
Suelen reprochar a Sánchez sus opositores, los cenáculos madrileños sumidos en el humo de los puros y los medios al servicio del dinero y los poderosos que mienta hasta al dar la hora. Es injusto. Esta vez ha sido clarísimo. Se ha retratado quedándose en su escaño y enviando a Puente, antifelipista y antiguerrista declarado (“a Felipe y a Guerra les preocupa más la patria que la gente” dijo en 2021, acusándolos de “sólo querer causar daño al actual PSOE”), sanchista acérrimo (pese a que lo quitaron de en medio como portavoz solo dos ruedas de prensa después de nombrarlo). Y ha retratado a su partido haciendo que su portavoz cargara contra los aborrecidos González y Guerra (“ninguno es ya representativo de este PSOE”) y definiera un nuevo PSOE que “ya no es de sus dirigentes, ni de los actuales ni de los históricos” sino “de sus militantes y, por consiguiente, del pueblo”.
Por una vez Sánchez-José Luis Moreno ha sido claro hablando por el pico de Puente-Rockefeller (“¡toma Feijóo!”). Este es otro PSOE. Me pregunto qué harán los votantes que aún lo consideran, no ya el partido socialdemócrata de González y Guerra, sino –¡lo que son capaces de hacer las anteojeras de la nostalgia!– el de la izquierda culta de Besteiro, Fernando de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. Santa Lucía los ampare.
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Gracias, Errejón