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Alto y claro
Si me pierdo que no me busquen en el Rocío. No he pisado la aldea almonteña en los días grandes de la romería ni nunca me ha prendido esa explosión devocional del salto de la reja y la procesión posterior, con el paso de la Virgen alcanzando grados inverosímiles de inclinación entre una multitud que pugna por tocar los varales. A estas alturas de mi biografía me parece que ya es imposible mi conversión a la fe rociera. Peor para ti, pensarán las decenas de miles de personas que cada año hacen de la peregrinación el eje de su vida. Y así será. Pero esta distancia no ha impedido que el fenómeno social y religioso en torno a la Blanca Paloma me haya interesado y cada año contemplo con la misma estupefacción las imágenes en televisión de la captura del paso y su salida de la ermita. No lo entiendo, pero como en el poema del Piyayo "me causa un respeto imponente". Todavía menos entiendo la falta de cultura que supone tomarse a chufla estas cosas. Sólo desde la prepotencia arrogante y excluyente que lleva en sus genes el nacionalismo se pueden explicar episodios como el que se ha comentado estos días de la parodia de la Virgen del Rocío en la televisión pública de Cataluña.
El nacionalismo parte de un apriorismo tan estúpido como falso: los pertenecientes a una determinada comunidad tienen una superioridad moral y cultural que los distingue de los demás. Se le podrá colgar cuantas matizaciones se quiera, pero sin ese principio no se entendería su razón de ser. Ello les permite poderse reír a gusto de las diferencias que los separan de los que consideran inferiores. Los andaluces estamos acostumbrados a que nuestra forma de vida, nuestro acento o incluso las manifestaciones de religiosidad sean tomados a cachondeo como lo más natural del mundo. La parte de culpa que tengamos nosotros mismos en la formación de los estereotipos que degradan la imagen de los andaluces es algo que merecería un análisis extenso y detallado que no vamos a hacer aquí. Pero es pertinente preguntárselo al hilo de la polémica desatada por la grosera parodia rociera de la televisión catalana.
Se atribuye a Unamuno, con pocos créditos parece, la frase de que el carlismo se cura leyendo y el nacionalismo viajando. Estamos de acuerdo en lo fundamental. Lo que diferencia al Piyayo del tontaina que ideara lo de la Virgen del Rocío es algo imprescindible para manejarse en la vida: la educación y el respeto. Incompatible con la mentalidad cateta que conlleva el nacionalismo.
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