El rey de las cloacas

La Rayuela

26 de diciembre 2024 - 03:04

Se toma el apodo con deportividad. Dice José Manuel Villarejo, ex comisario de Policía, que ser conocido como El rey de las cloacas es un halago: “Las cloacas no generan mierda, la limpian, y eso es lo que yo he hecho todos estos años”. Acaba de publicar un libro, difícil de encontrar y con apenas 2.000 ejemplares, del que se habla más que se lee, porque aborda momentos importantes de este país, como el 11M (atentado que atribuye a Francia y Marruecos), el intento de golpe del 23F, la muerte de Carrero o los crímenes de las Ramblas de Barcelona.

Su particular relato de la historia de España puede ser más o menos creíble, puede ser una amalgama de delirios de quien ya tiene poco que perder, una suma de venganzas personales o una revisión mucho más certera de una realidad que sólo unos pocos conocen y que está detrás de la versión oficial. O una mezcla de todo. Pero lo que no podemos es dejar de escucharlo. Hace escasos días Villarejo presentó su libro, El Estado contra mí, en el Colegio de Abogados de Granada y unas horas antes se expuso a una entrevista con este medio, donde no eludió cuestión alguna, ni siquiera cuando el periodista, Miguel Navas, le preguntó si estaba grabando la conversación. El hecho de dar voz a este hombre que ha manejado gran parte de los hilos de este país durante años, ha sido objeto de cierta polémica. Al colegio profesional llegaron quejas de algunos de sus miembros y la directiva tuvo que justificar su decisión de abrirle las puertas para hablar. Ser condenado a prisión no implica la obligación de llevar una mordaza, es decisión de cada uno escucharlo, leerlo o creerlo.

En la mismo entrevista, el ex comisario defendía el papel de las redes sociales como plataforma para dar a conocer lo que los medios tradicionales asegura que no queremos contar. Este es el problema si establecemos presuntas líneas éticas para opacar a determinados personajes cuyo mensaje se considera peligroso por desestabilizador. El peligro está quizás en darle argumentos para difundir que se siente amordazado, en dejar que su protagonismo crezca gracias a esa imagen de hombre perseguido. Siempre será mejor llevarlo a una sala llena de público instruido que pueda preguntar sobre sus teorías o a una entrevista frente a una grabadora ajena y un periodista que le cuestione sobre algunas de sus propias incongruencias.

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