El Rey primero

Alto y claro

19 de diciembre 2024 - 03:05

Reivindicar en 2025 el cincuenta aniversario de la muerte de Franco como fruto de la lucha por la libertad no deja de ser una ocurrencia que tergiversa el sentido de la Historia. El dictador no murió por el empuje del pueblo, sino porque su vida había llegado a su final biológico. Pero sí conviene echar la vista atrás medio siglo para contarles a los españoles de hoy lo que significó la llegada de Juan Carlos I al trono. Lamentablemente para él, y también para España, su figura se ha desenfocado por sus comportamientos negligentes y torpes que lo llevaron a abdicar en 2014 y por todo lo que se supo después. Hoy es un paria que no puede volver a su país por el riesgo de dañar a una Monarquía que está todavía en fase de consolidación tras el desastre que él mismo causó.

Pero hay que ponerse en 1975 para comprender la grandeza del reto que asumió Juan Carlos y los muchos riesgos que corrió. El Rey llegaba a como heredero de una dictadura casposa, en fase descomposición. Pero heredaba también la mayor parte de los poderes con los que durante cuatro décadas el Caudillo había secuestrado la voluntad nacional. Usar esos poderes para convertir a España en una democracia normalizada y plenamente integrada en Europa no era una tarea fácil. Por un lado, tenía que vencer las resistencias del propio régimen que él encarnaba por voluntad de Franco. Por otro, necesitaba ganarse la confianza de una oposición que tenía todas las razones para considerarlo un freno para la recuperación de la libertad. Logró ambas cosas con una habilidad política que nadie le puede negar, apoyándose en la inteligencia de Torcuato Fernández-Miranda y la valentía casi suicida de Adolfo Suárez. También tuvo la suerte de contar con el realismo pragmático de Felipe González o de Santiago Carrillo.

El éxito de la operación le granjeó el respeto de los españoles y la confianza de los sucesivos gobiernos. ¿Cuándo decidió tirar la Corona al suelo, pisotear su prestigio y poner en peligro la propia continuidad de la institución? Si hay que poner un parteaguas que divida el reinado de Juan Carlos, una fecha clave, puede ser 1996. Con la salida de Felipe González de la Moncloa y la llegada de José María Aznar las cosas ya nunca volvieron a ser iguales. Esa es una cuestión sobre la que la historiografía está todavía en pañales y que deberá ser objeto de investigación en las próximas décadas.

Pero no sobra reivindicar al Rey primero, al que hace medio siglo decidió tirar para adelante y convertir su país en una democracia. El otro, el de Abu Dabi, pagará durante el resto de su vida sus muchos errores.

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