Romper el mar con un martillo

¡Oh, Fabio!

No ha habido “efecto Montero” en Andalucía, o al menos eso es lo que indica la encuesta de la Fundación Centro de Estudios Andaluces, algo así como el CIS de la Junta de Juanma Moreno (apliquen, por tanto, todas las cautelas que crean necesarias). Pero no hay que ser ningún experto en demoscopia para saber que la nueva secretaria general del PSOE-A y próxima candidata andaluza no tira.

El PSOE cosecharía hoy los peores resultados de su historia en la comunidad andaluza. El PP, en cambio, volvería a levantar la copa de la mayoría absoluta. Con estos datos sobre la mesa queda claro que Montero ni siquiera ha provocado uno de esos “efectos” del que gozan habitualmente los candidatos recién aterrizados en los partidos en crisis. Hasta el efímero y olvidado Casado tuvo el suyo.

Hay muchos factores que explican esta falta de fuerza de la candidata socialista. No es el menor su estrechísima identificación con un sanchismo entregado a su tarea de “pacificación” de Cataluña a golpe de talonario y privilegios, algo que inevitablemente perjudica a Andalucía. En sus largos años de ministra de Hacienda (lo es desde 2018), la política sevillana ha sido incapaz de esbozar mínimamente un sistema de financiación justo para Andalucía y sus acciones como ex consejera de la Junta, tanto en Salud como en Hacienda, juegan más en su contra que a su favor. Sus desvelos actuales están encaminados a dotar a Cataluña de una independencia fiscal que, se mire como se mire, solo puede ser perjudicial para Andalucía, por mucho que lo quiera tapar con dádivas y gracias como la condonación de la deuda de la Junta.

Ya hemos dicho en alguna otra ocasión que Montero va pasada de revoluciones, gesticula demasiado, pone demasiada pasión en los atriles y abusa de la soflama populista. Esto se debe a su propio carácter fogoso (algo a estas alturas muy difícil de corregir) y a un error de cálculo. El estilo descamisado y peronista de la líder socialista no encaja bien en la nueva Andalucía aseada y triunfante, en la que el presidente Moreno Bonilla parece más un adorable Kent que un peligroso derechista al que se le puede tumbar a base de consignas revolucionarias. Los ciudadanos no quieren volver a una Andalucía sindicalista y jornalera, militante y barbada. Prefieren la actual de polo rosa y centros comerciales. Querer vencer a Juanma –el hombre que todo lo absorbe– con mítines de Pasionaria es como pretender romper el mar con un martillo.

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