
Con la venia
Manuel Muñoz Fossati
Si quieres la paz
Jerez íntimo
La memoria no siempre se fragmenta en torno a una geografía surcada de olvidos. Como escribió José Manuel Caballero Bonald, “ahora comprendo que nada hay más impenetrable que la verdad”. José Soto Ruiz fue el mayor de tres hijos -a los nombres de Pilar y Manolo respondían sus hermanos- fruto de la unión matrimonial de Manuel Soto e Isabel Ruiz. Manuel Soto, un señor pinturero, coloquial, propietario de ‘Los caracoles’, se distinguió por su intachable profesionalidad en la atención a los clientes. El vino siempre en copa y las tapas debían degustarse, sucesivamente, según su personal orden establecido. La familia Soto trasminaba optimismo. Pepe, esbelto como un adjetivo abrileño, delgado como la i latina en las palabras bisílabas, expresivo como la metáfora sin reposo, creció desarrollando una capacidad afectiva que jamás le cupo en el pecho. Muy despierto, muy sociable. Bondad en estado de Gracia. Sabía, ya de chiquillo, que sus aptitudes y talentos eran dones de Dios. Buscaba al Señor en sus semejantes. “El que ama al prójimo ha cumplido la ley”, recuerda san Pablo. De carácter abierto, generoso en la amistad, incapacitado para la soberbia, cristiano hasta la médula. En el Regimiento de Caballería desarrolló su servicio militar. No pisó el campo de batalla fratricida de la Guerra Civil merced a la exitosa gestión de un familiar influyente. No obstante, finalizada la contienda, oía con arrobo la experiencia de Eladio, su cuñado valenciano (casado con su hermana Pilar), quien sí estuvo metido de hoz y coz en el frente.
José Soto Ruiz (Jerez, 1914-1970) contrajo matrimonio con Rosario Rodríguez Paz (Jerez, 1915-1960) el 5 de julio de 1946. Asentaron domicilio en la calle San Francisco de Paula, donde nació, un año después, su primogénito Manuel. Pronto mudarían el hogar a la calle San Pablo 3. La niña, Charo, vendría al mundo en 1951. Y el benjamín, Pepe, en 1954. La casa de la calle San Pablo ya sería definitiva para la familia Soto Rodríguez: allí el padre jugaba con los niños sobre una mesa circular, allí las sonrisas eran ritmo de cunas despiertas, allí tres pequeños se despidieron de su mamá tumbada sobre el lecho del dolor apenas horas antes de su inminente fallecimiento, allí un adolescente Pepe Soto Rodríguez quiso despertar a su padre con el habitual beso de hijo bueno cuando ya el rostro del autor de sus días estaba frío como el pálido crujido de un adiós sin punto de retorno, y allí incluso encontró morada la actual Virgen de la Esperanza, guapísima titular de la Hermandad de las Cinco Llagas, recién traída de Sevilla, hasta no se produjo la oficial bendición de la misma.
José Soto Ruiz -quien formó parte del Consejo Directivo de la Unión de Hermandades-recaló en la Hermandad de las Cinco Llagas semanas más tarde de su reorganización en 1939. Enseguida fue acogido con impar cariño por el cuerpo de hermanos. Su capacidad de servicio ya no encontraría límites. Acometió múltiples tareas y propuso iniciativas de ensueño como dirigente de la cofradía. Brilló por eficaz, honrado, trabajador a destajo, amén por su alto criterio cofradiero en cargos como vocal, mayordomo, tesorero en dos ocasiones y diputado mayor de gobierno. La asunción de estas responsabilidades coincidiría a la sazón con la época dorada de la Hermandad -décadas de los 40, 50 y 60-. Siempre vistió la túnica nazarena -fuese o no oficial de Junta- hasta que ya, inicialmente enfermo, legara el santo hábito blanco a su hijo Pepe en el año de Gracia del Señor de 1968, siendo gran hermano mayor de la corporación Manuel Martínez Arce.
La imagen de María Santísima de la Esperanza fue donación de José Soto Ruiz a su Hermandad. De Sevilla la trasladaron a Jerez Pepe Gómez y el mismo Soto. A las Cinco Llagas no le costó ni una peseta esta adquisición. Así se refleja, de entrada, en dos actas de Cabildo de Oficiales. La primera, correspondiente al 16 de diciembre de 1951: se especifica que, gracias a la gestión entusiasta de José Gómez Morales y José Soto Ruiz, y a la generosidad de éste, que adelantó el importe de 5.000 pesetas, regalando 1.000, “tuvimos la nueva Imagen de Nuestra Señora el día 2 del corriente”. La segunda, fechada a 23 de abril de 1952, donde se expone que don José Soto Ruiz, que al prestar las 5.500 pesetas para la Virgen, regaló 1.000, ha donado también generosamente el resto de pesetas 4.500, por lo que se hace constar en acta el agradecimiento de todos los cofrades. En el interior de María Santísima de la Esperanza figura, desde 1951, un documento que literal y textualmente así reza: “Soy la Santísima Virgen de la Esperanza. Fui adquirida y donada a la Hermandad y Cofradía de las Cinco Llagas, para ser su Titular, por el cofrade D. José Soto Ruiz, a la sazón Mayordomo de la Hermandad. Fui bendecida por el Reverendo Padre Benito Añibarro, guardián del Real Convento de San Francisco de Asís, de Jerez de la Frontera, residencia de la Cofradía, en acto privado, el 15 de Diciembre del año del Señor de 1951, a presencia del donante y de los cofrades refundadores de la Hermandad D. Manuel Martínez Arce y D. José Gómez Morales. Reinaba en el solio pontificio gloriosamente Su Santidad Pío XII, gobernando la archidiócesis hispalense el Eminentísimo y Reverendísimo Sr. D. Pedro Cardenal Segura y Sáez; regía los destinos de España, como Jefe del Estado, Su Excelencia el Generalísimo D. Francisco Franco Bahamonde y ostentaba el cargo de Hermano Mayor de la Cofradía el Sr. D. Enrique Fernández de Bobadilla y González-Abreu. Fui expuesta por vez primera al culto en la ceremonia de besamanos, celebrada el 18 de Diciembre del dicho año de 1951, día de mi Título. Reemplacé a otra imagen anterior, que fue Titular de la Cofradía desde que fue reorganizada en 21 de Noviembre del año 1939, la cual fue donada por la Hermandad a otra de Arcos de la Frontera, establecida en el templo y exconvento de San Francisco de Asís”.
Rosario Rodríguez murió el 28 de febrero de 1960. Contaba 45 años y dejó viudo y tres niños. Pepe Soto Ruiz falleció el el 28 de diciembre de 1970, a la edad de 56 años. Como así dijera Fernando Barrera, Pepe Soto, tras morir, llegó al cielo de un salto. Y lo hizo, como asegurara José Luis Martín Descalzo en su ‘Testamento del Pájaro Solitario’, “sabiendo que toda la noche es pórtico de sol”. Ese sol de la nostalgia que aún conserva la simpática escena de José Soto Ruiz, en su moto Guzzi, con su hijo Pepito montado detrás, ambos felices camino de las oficinas de la calle Santa Isabel.
También te puede interesar
Con la venia
Manuel Muñoz Fossati
Si quieres la paz
Crónica personal
Pilar Cernuda
Zapatero y los dictadores
La ciudad y los días
Carlos Colón
Meditación pasoliniana
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Metáfora y meta
Lo último