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Marco Antonio Velo
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¡Oh, Fabio!
No está siendo esta una buena semana para Pedro Sánchez. El frente judicial le ha dado dos disgustos importantes: el caso Koldo-Ábalos (por ahora) ha empezado a infectarse gravemente con la declaración este jueves de Aldama; y cada vez hay más evidencias de que su mujer, Begoña Gómez, se aprovechó de los medios de Moncloa y de su condición de “señora de” para favorecer sus intereses particulares, en el mejor de los casos. Algunos dirán que, al menos, Sánchez ha obtenido dos victorias importantes: la elección de Teresa Ribera como vicepresidenta de la Comisión Europea, pese a que todavía no está del todo clara su actuación en la DANA, y la aprobación de la reforma fiscal en el Congreso. Dos triunfos que, no obstante, se pueden considerar absolutamente pírricos, incluso derrotas. ¿Por qué? En el caso de Teresa Ribera parece claro. Es cierto que Sánchez ha ganado el pulso que el PP le planteó en Europa para intentar empatar el partido de las responsabilidades por la pésima gestión de la DANA. Pero el coste ha sido renunciar al comodín de la “ultraderecha” con el que el presidente del Gobierno intenta boicotear los pactos entre el PP y Vox, consciente de que es la única combinación posible para apearlo del poder. Al aceptar Sánchez a los candidatos de Meloni y Orbán para la Comisión Europea demuestra que toda su palabrería contra la “ultraderecha” era eso, pura pose. Ribera, la del mitinero “no pasarán”, no ha tenido ningún reparo en aceptar la componenda. Todo sea por el cargo y sus privilegios.
Por su parte, la negociación de la reforma fiscal ha dejado en evidencia las fortísimas tensiones que anidan en el bloque de investidura, que ya apenas puede esconder sus contradicciones. El guirigay ha sido tal, las piruetas negociadoras tan elaboradas, que a los ciudadanos no nos ha quedado claro en qué ha consistido el acuerdo y cuántos hay. Da la sensación de que el mago Sánchez ha vuelto a mentir a todos en uno de sus despejes a ninguna parte que lo convierten en el guardameta imbatible que es hasta ahora. ¿Punto para Sánchez? Puede, pero también un bollo más en la carrocería de un Gobierno que ha perdido el norte.
Esta ha sido una semana horribilis para Pedro Sánchez y todavía quedan tres días para que termine. No se descartan sorpresas. El caso Koldo-Ábalos (por ahora) ha cogido carrerilla y ha sonado el “sálvese quien pueda”. Se avecinan curvas.
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