La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Saque de banda
VAYA por delante que no tengo ni idea de toros ni soy aficionado a la tauromaquia. Mantengo con la fiesta nacional una actitud de indiferencia no beligerante, basada en el respeto que me merecen quienes aman las corridas de toros y las tradiciones populares con estos animales, aunque sí; me duele y llevo mal que se maltraten animales en cualquier circunstancia.
Viernes 8 de julio. Veo el encierro de San Fermín con toros de Cebada Gago, por televisión, y francamente no soy capaz de dar crédito a lo que veo. Supongo que un encierro impecable es aquel en el que los mozos acompañan en la carrera a los toros, generando movimientos orientados a conducir y facilitarles la orientación adecuada.
Cuando eso se da, el encierro transmite unas sensaciones armónicas entre los animales y los hombres que les acompañan. Armonía no exenta de belleza que se alcanza cuando los astados y los hombres se acompañan y no manifiestan la necesidad de defenderse, porque no hay de que hacerlo. Difícil equilibrio que supongo implica elevadas dosis de habilidad y saber hacer por parte de los mozos corredores.
Veo en un encierro la armonía acompasada a la carrera entre toros y hombres. Pero el encierro de Cebada Gago deja mucho que desear en cuanto a esa armonía. Excesivos corredores que colapsan los espacios y lo peor es que muchos mozos no se ocupan tanto de acompañar al toro, sino de incomodarle y afrontarle para sentirse protagonistas por un instante. Hasta camisetas del Betis se ven, corre que te corre, y dicen que uno de los heridos graves es un surafricano de 72 años. Eso desvirtúa la esencia y al ser así, la tradicion deriva en una visualización grotesca.
La guinda la acaba poniendo televisión española, cuyos comentaristas después de cada encierro, entregados a lo inevitable y bajo cuyo peso de la tradición, todo parece estar permitido. Obvian toda crítica a lo que origina lo que vemos, tanto dentro como fuera del callejón. Para colmo, tras cada encierro se abre conexión con el doctor del hospital de referencia, quien da el parte de heridos con la mayor naturalidad del mundo. ¡Vamos! ¡Como quien habla del tiempo! Como si los heridos, unos por asta de toro y otros por contusiones, fueran no sólo lo normal sino lo esperado, como justificación de la fiesta y la tradición.
Entre encierro y encierro mucha charanga, más alcohol y desmadre globalizado a la Navarra; escenario en el que se han puesto de moda las agresiones sexuales. Para colmo un miembro de la benemérita implicado en una agresión de este tipo. El parte provisional anuncia que estamos heridos de sentido común, con pronóstico reservado.
En tanto en cuanto, un guardia me puede poner una multa por no llevar el cinturón o un juez condenarme a prisión si voy demasiado deprisa con mi coche.
Estamos demasiado "taraos".
También te puede interesar
La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Memoria de Auschwitz
La colmena
Magdalena Trillo
Gracias, Errejón