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Al caballo le sucede como a las cofradías: superan el peso y el poso de los años sin ajustarse al corsé ni al cliché de las novelerías. Por algo nuestro emblema jerezano simboliza el triunfo y la victoria. Sí: victoria de lo clásico en un siglo de transformaciones y pérdidas de esencia. El caballo, tan escaneado de jerezanía, conserva ese distintivo que ahora -los inventores del camelo de la falsa progresía- pretenden borrar a tenazón: la Pura Raza Española. Cartujano rima con jerezano y en este posible verso aún por escribir el caballo se enmarca a partir de estampas cuyas domas secuencian lo netamente genuino. No me refiero al caballo de la prosa con voluntad de estilo rubricada por Manuel Barrios en la novela ‘Epitafio para un señorito’. Ni al caballo que se siluetea en el barroquismo literario de ‘Guarnición de silla’ del escritor todoterreno Alfonso Grosso. Ni tampoco a los caballos de fuego que elevaron a los cielos al profeta Elías. Ni siquiera a los caballos de la guerra, el hambre, la peste y la muerte de los cuatro jinetes del Apocalipsis. No a los caballos Antares, Rigel, Altair y Aldebarán de la cuadriga de Judá Ben-Hur. No a los caballos montados por el hombre mono en ‘El planeta de los simios’. No a Babieca, tan yegua heroína como su incondicional Cid Campeador. No a Bucéfalo y su bravura equina con Alejandro Magno subido a la grupa. Ni a la docilidad -descrita con pluma a la cervantina cortada- de Rocinante. Aludo -desechando de antemano la injusticia que acaso comporte toda generalización- al caballo andaluz por antonomasia. Uno y no trino: elegancia y nobleza de alta generosidad (no importable).
En nuestro suelo patrio -evito denominar tan ibérica extensión como nuestra piel de toro- echa a andar cada año una nueva edición de convocatorias de alto lustre a propósito siempre del caballo -que entonces no se concibe simplemente, a la pata la llana, como un mamífero solípedo del orden de los perisodáctilos, sino como insignia de grandeza y fluida compenetración-. Ahora, hic et nunc, invariablemente, nada chirría en el borde del acerado de esta exaltación tan entretejida por el signo mágico del totémico subconsciente. Una de las citas que, como un aldabonazo del almanaque de los amantes del mundo ecuestre, acaba de aterrizar con parabienes a diestra y siniestra es el Sicab -Salón Internacional del Caballo-, sito en Sevilla. Esta celebración -que el próximo 2025 cumplirá la nada desdeñable cifra de 35 ediciones- congrega (en Fibes) la muy apreciable cantidad de 893 ejemplares que corresponden a 323 ganaderías procedentes de España, Nicaragua, Managua, Panamá, Ecuador, México, Costa Rica, Estados Unidos, Guatemala, Bélgica y República Dominicana…
El pasado martes tuvo lugar la apertura oficial del evento. El pistoletazo de salida del acto comenzó sin ninguna detonación de la palabra sino, como establecen los cánones de la más ortodoxa solidaridad, guardando un minuto de silencio in memoriam de las víctimas de la tragedia de Valencia. Participaron José Juan Morales Fernández, presidente de ANCCE, Jesús Aguirre Muñoz, presidente del Parlamento de Andalucía, Begoña García Bernal, secretaria de Estado del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y el viceconsejero de Turismo de la Junta de Andalucía, Víctor González, y el presidente del pleno y concejal de Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla, Manuel Alés. De la intensa agenda de actividades no podemos pasar por alto la entrega de los premios Equestrian Feeling by Rafael Lemos y Uspre. Los galardonados son todos dignos merecedores de tan prestigiosa distinción. En estos nombramientos no recala el pasteleo, no asoma la trampa y el cartón, no se elabora un veredicto a modo de menjunje pro domo sua. Estos premios asumen el peso específico de su reputación. De su ancha credibilidad. Al pan, pan; y al vino, idem de Jerez. En canónico catavino.
Rafael Lemos y Uspre han premiado a Pascual Beretta (especialidad en enganche), Juan Lencina (jinete profesional), Miguel Mellado (jinete alta escuela), José Daniel Marín Dockx (jinete olímpico), David Marín (presentador profesional), Manuel Salguero (criador PRE), Asociación Sombrero de Ala Ancha Jerezano, José María Sánchez Cobo (jinete profesor de la Real Escuela del Arte Ecuestre) y Rafael Lemos Santos García (embajador del Caballo Pura Raza Española). La reivindicación de lo nuestro, como el saber, no ocupa lugar. Hoy día el quinto jinete ya no es una teleserie de terror. Jerez y Sevilla de nuevo unidos entre las bridas y las espuelas. Entre lo idiosincrásico y lo hispanoárabe. Entre el legado y el atavismo poético: “Mil caballitos persas se dormían/ en la plaza con luna de tu frente” cantó Federico García Lorca. Cuando decimos caballo una circunvalación de ideas requiebra nuestro estado de ánimo. El sentido de libertad se airea. Todo fluye, como el símil en el penúltimo hecho lingüístico de un soneto, cuando acariciamos con sílabas las cerdas de un caballo. Hasta el próximo domingo 24 los jerezanos podrán disfrutar del Sicab 2024. La fuente del conocimiento también pica billetes de ida y vuelta. Adentrarse en las las propuestas arborescentes del Sicab es garantía de plenitud. Es cabalgar por el sendero del enriquecimiento. Es apostar a caballo ganador.
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