Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
Por montera
Las 629 personas que han salvado la vida después de aventurarse a bordo del Aquarius han encontrado en el puerto de Valencia un sitio en el que suspirar aliviados. Su singladura se enfrentó a la negativa del ministro italiano y al peligro evidente de ahogarse. Ya dijo el papa Francisco que las aguas mediterráneas son un triste cementerio. Pero es un puerto momentáneo éste: el futuro sigue siendo incierto para todos ellos.
Se buscan salidas al problema. Ejércitos de desesperados pugnan por sobrevivir en una anhelada Europa que quizá no da más de sí. Esa búsqueda se lleva a cabo en cumbres en las que se sientan mandatarios de países de nuestro entorno. El presidente Sánchez ha anunciado que buscará un pacto con los gobiernos alemán y francés, acuerdo al que se entiende que debe sumarse Italia. Sin embargo, en esas cumbres nos faltan varios sillones. ¿Dónde están los puestos en los que se sentarán los representantes de los países de los que provienen los que llegan?
Atendiendo a los datos del Ministerio del Interior, en 2017 llegaron a España 17.381 personas siguiendo cauces irregulares. De ellos, 3.525 venían de Marruecos, 2.221 de Argelia, 1.846 de Asia y 9.502 tenían una procedencia subsahariana. ¿Dónde están, en esas cumbres, los puestos que faltan? ¿Hay ya asiento para el enviado del rey de Marruecos, Mohamed VI, que es el jefe de Estado de una monarquía constitucional? ¿Han preparado el asiento para el representante de la República Argelina Democrática y Popular, un régimen semipresidencialista cuya cabeza es Abdelaziz Bouteflika? ¿Qué decir de los países subsaharianos? ¿Se contempla la llegada de los emisarios de Eritrea, república unipartidista donde el presidente es Isaías Afewerki? ¿O de Malaui, la república presidencialista de Peter Mutharika? ¿Acaso de la República Islamista de Mauritania de Mohamed Ould Aziz?
Nos cuesta localizar en el mapa los lugares. Desconocemos sus formas de gobierno, quiénes son sus representantes y cuáles son los motivos acuciantes que empujan a estos miles de personas a jugarse sus vidas. Es imprescindible, si queremos que esos encuentros lleguen a algo fértil, incluir en la ecuación esa incógnita que aún supone la presencia de esos países de procedencia. ¿Dónde están sus sillones en las cumbres? ¿Dónde está la solución global para este problema global?
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