Alberto Núñez Seoane

Socialistas burgueses

Tierra de nadie

05 de agosto 2024 - 02:06

Había, y hay, burgueses, que quieren pasar por socialistas; en realidad no es que quieran, es que lo intentan porque les conviene. Y lo cierto es que a ellos, los burgueses, no se les da mal. Por lo general su falta de arraigo y convencimiento en ideología alguna, que no sea la de acumular patrimonio y ascender en la escala clasista de lo social, y lo abstracto, por ausente, de un determinante pensamiento espiritual, que también los caracteriza, les hacen fácil maniobrar para arrimarse al sol que más caliente; no suelen tener una conciencia, clara y decidida, que les reclame la falta de lealtad a unas ideas de las que en realidad carecen.

Por otra parte, pasar hoy por socialista está al alcance del más torpe de los candidatos, tan sólo se requiere, como condición indispensable, una falta quasi absoluta de escrúpulos, pues tan amplia e indefinida, obtusa y desaprensiva es la ideología en la que los socialistas han convertido el socialismo.

En 1879, cuando Pablo Iglesias fundó el PSOE, en España reinaba Alfonso XII. Vino después la Regencia de María Cristina, desde 1885 hasta 1902, año en el que, al cumplir la mayoría de edad, es proclamado rey Alfonso XIII, que permaneció, sentado en su trono, durante veintinueve años, incluyendo los casi siete de la dictadura, que el Borbón apoyó, del general Miguel Primo de Rivera. En Abril de 1931 se proclama la Segunda República, el rey, abandonado por todos los partidos políticos debido a su consentimiento al golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, marcha al exilio. Desde Alcalá Zamora, de la derecha liberal, primer presidente de este segundo período republicano, hasta Manuel Azaña, socialista y último presidente antes del alzamiento de 1936 que dio lugar a la Guerra Civil, pasando por una interminable y caótica lista de hasta ocho distintos presidentes en cinco años -algunos de ellos repitieron cargo varias veces-: Lerroux -socialista-, Martínez Barrio -liberal-, Samper -liberal-, Chapaprieta -liberal-, Portela Valladares -liberal-, Barcia Trelles -izquierda-, Casares Quiroga -izquierda-, Giral -izquierda-; los afiliados al partido creado por Pablo Iglesias -habrá que ver si la Historia termina por permitir que puedan, con propiedad, seguir llamándose socialistas, porque hasta ahora no lo ha hecho-, con sus muchos líderes a la cabeza, nunca consiguió aquello por lo que quien lo fundó dijo que lo fundaba. Y no hay excusa: antes estuvieron los reyes, luego la derecha reaccionaria, entre medio los militares, pero luego vinieron ellos, y, por desoladora, patética y real desgracia, lo único que consiguieron fue poner España patas arriba, conculcar derechos y leyes, destrozar la convivencia, imponer el terror, devastar el presente, instaurar la violencia, y ciscarse en el mañana.

Después de la guerra vino la dictadura del general Franco, luego la Constitución de 1978, la bendición de D. Adolfo Suárez González y la vuelta de los socialistas, que no del socialismo: primero González, oportunista e inteligente, buen político, cínico dónde se puedan encontrar, pero gloria bendita si lo comparamos con lo que más tarde el socialismo nos regalaría, Zapatero: un absoluto inútil con cara de tonto, un payaso patético surgido, por arte de magia … ¡negra!, en unas elecciones desvirtuadas por los atentados terroristas del 11 de Marzo en Madrid, un correveidile de chirigota que se aplicó en lo estúpido y en comenzar a destruir la unidad de España, con el infumable Estatuto de Cataluña, como ahora lo hace defendiendo la dictadura del que fue chófer de Chaves: Nopodrás Maduro. A tonto no, porque éste no lo es, pero a desastre lo vino a superar, con sobradas creces, el penúltimo obsequio del socialismo, un digno representante del cinismo plastificado y enfermizo, megalómano absoluto, falto de escrúpulos, falaz y egoísta, fanático ambicioso y muy peligroso: Sánchez. El lunes pasado, ¿recuerdan?, decíamos: “de aquellos barros vienen estos lodos”, pues aquí los tienen: de aquellos barros socialistas aburguesados de la Segunda República, vino el lodo: Zapatero, y luego el fango: Sánchez.

Lo que me asusta no es el socialismo, son los socialistas. Estos socialistas que no dejan de ser más que burgueses bien acomodados, disfrazados, para dar el pego, de liberales y, eso sí, muy progresistas. Y, como buenos integrantes de la burguesía, aspiran sólo a multiplicar su bolsa y su hacienda; a ascender en su escala social particular, que no es sino el mando, la jubilación asegurada y el poder; y a imponer, como clase dominante, su opinión personal como pública opinión.

Una vulgar y vil dictadura, todo imposición; inútil consuelo de crédulos y revanchistas, afrenta grave a la libertad e indiscutible degradación.

stats