Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
Ojo de pez
RECUERDO un documental que vi en televisión sobre la Transición (uno de los muchos) en el que aparecía un alto mando del Ejército que, allá por 1978, decía ante la cámara: "Estamos dispuestos a aceptar la democracia. Pero no estamos dispuestos a renunciar a la victoria". Algunos militares, ya se sabe, necesitaron algo más de tiempo para quedarse tranquilos, por más que las cosas hubiesen quedado bien atadas: Suresnes significó no sólo la renuncia al credo marxista por parte del PSOE, también el definitivo portazo al fantasma del Frente Popular que incluso don Juan de Borbón había alentado desde el exilio. La legalización del PC fue, en este sentido, y en virtud de la inteligencia política de Adolfo Suárez, un mal menor: sólo faltó el 23-F y su torpe simulacro de tuna etílica para que las últimas fuerzas vivas del franquismo se convencieran de que no había remedio, Paco, no había remedio. No obstante, por más que los mismos accedieran a tragarse el pescao, existe en cierta parte de la sociedad española la convicción de que la Guerra Civil fue un suceso horrible que, sin embargo, sirvió para detener otro aún peor; y de que, por tanto, la posibilidad de que se venga abajo el muro que delimitó la reserva espiritual de Occidente representa un peligro a evitar a toda costa. Un retroceso de 80 años. Casi nada.
Y no me refiero a los nostálgicos agresivos que pedían con la mano alzada un Madrid exento de comunismo. Me refiero a una Esperanza Aguirre que ponía como condición a Manuela Carmena para negociar la desestimación de los soviets. Cabe concluir, sin más, que semejante chalaúra no merece comentario alguno. Pero resulta que esta señora, quien admitió después que no había visto ni de lejos el programa de Carmena, es la legítima ganadora de unas elecciones. Una candidata cuestionada y dispuesta a alentar el fantasma preguerracivilista hasta extremos ridículos con tal de que ese miedo siga siendo electoralmente útil. En el fondo, tiene sentido: Rajoy pone todos sus esfuerzos en diluir la doctrina del shock hasta afirmar que a nadie le preocupa ya el desempleo. Bien, habrá que temer entonces otra cosa. Podemos encarna en el imaginario del rencor lo que fue en su día el Frente Popular, y ahí está el torpe de Alberto Garzón dispuesto a resucitarlo con nombres y apellidos, haciéndole el juego a Aguirre. Todo vale con tal de no asumir a los ciudadanos como personas maduras y capaces.
La lectura final de todo esto la hizo Pablo Iglesias hace unos días: a Podemos le están allanando el camino los mismos que debían ofrecer una alternativa. Y que viva la KGB.
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