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Hoy se presenta en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla el libro Memorias del campo bravo. Como explica el subtítulo, recoge cien años, de 1860 a 1960, de fotografías inéditas de faenas campestres y reuniones camperas de algunas de las ganaderías más señeras (y señoriales) de España. La editora Mariana Gasset ha cuidado el libro como un mayoral de las páginas, escogiendo y restaurando las fotografías con mimo y exigencia. Ha dejado, además, su sitio a las palabras de los actuales propietarios con respeto antiguo. Antes de que nos venza el pesimismo por el estado de la nación, hay que notar que abundan quienes nos ofrecen su trabajo con excelencia y vocación de servicio. Así, Memorias del campo bravo regala recuerdos que no teníamos, porque Gasset los ha ido rescatando, enriqueciéndonos. Dice el refrán que “Todo se pega menos la hermosura”, pero mi madre nos advertía que la hermosura también se pega e instaba a que nos arrimásemos a la belleza, que nos convenía. En este libro hay muchísima, porque el toro en el campo la tiene casi más que en la plaza, o igual, pero distinta, sin su sombra trágica, puro tótem solar.
Que el acto sea en la Maestranza resulta muy a propósito, pues Memorias del campo bravo no se limita a ser un muestrario de estampas imborrables (aunque eso, como sabía mi madre, ya es algo muy serio), sino que, foto a foto, capta la trascendencia del toro bravo como epítome de una fuerza ancestral que cruza la piel de toro, justamente. No hay fotos de la Fiesta, sólo del campo de antaño, que, como ha señalado el marqués de Salvatierra, apenas ha cambiado en su fisonomía y en sus faenas, adquiriendo un aura ritual de eternidad. El campo bravo aparece transfigurado para y por el sacrificio tácito, en una rueda inmóvil de años y de épocas que rodea las dos horas épicas del ruedo, cuyo eje es la espada.
El toro ha de unir bravura y nobleza en un equilibrio milagroso, tal y como tienen que estar fundidas en el caballero, en la dama. La sabia selección de castas nos lanza, desde la naturaleza, el mismo mensaje que la Maestranza desde la historia. Lógico que ambas realidades se busquen en la Fiesta en un juego de espejos. La dehesa es la expresión telúrica de un arquetipo humanista español. Antes de que nos venza el pesimismo por el estado de la nación, no olvidemos que este paisaje es y debe ser un espejo del alma. Mariana Gasset nos lo pone en las manos.
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