Juan Manuel Marqués Perales

El taxi

Crónicas levantiscas

10 de mayo 2015 - 01:00

EL taxista me habla de personas que no conozco aunque por su tono familiar deduzco que debería saber de ellas. Me programo en modo "sí, claro", y él sigue hablando de un tal niño, de otro vasco que juega de delantero en no se qué sitio pero que no lo sacan, de un tal Chicharito, de un imbécil, de Guardiola y él prosigue con su plática mientras de vez en cuando suelto un "sí, claro" para que no se me altere. Me siento como un pastor protestante en Dublín cuando me hablan de estas interioridades futbolísticas. ¿Qué sería de este taxista que lleva más de nueve horas al volante en una ciudad atascada si no fuera por estos balones? El fútbol da salida a nuestras dos pulsiones primarias: la necesidad de autoidentificación con el grupo y la de quemar hormonas alfa. Golpea el volante, pero sonríe, masculla algo sobre los florentinos, aunque creo que no se refiere a Dante. Me parece un hombre normal, como tantos otros, pero les temo, no sé cómo reaccionarán si sus ídolos van a la huelga. Cada cual nos refugiamos en un mundo virtual. No hace daño aunque canse. Teresa Rodríguez, la de Podemos, se sube al estrado del Parlamento y desde el PP y el PSOE, por lo bajini, le dicen de todo para ponerla nerviosa. No son taxistas pero creen que viven en una virtualidad que no lo es. Ladran pero no muerden. "Acostúmbrate, mujer, que esto es así", le sueltan. Cínicos. ¿De qué se quejan?

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