
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un Papa en español
Gafas de cerca
Hemos tenido una semana muy católica. Religiosos todos. Teólogos sin papeles. Analistas de gran perspicacia y mayor osadía sobre asuntos que nunca les han incumbido ni importado una higa. Detectores de corrientes cardenalicias en pugna silenciosa y de logia romana: progresistas frente a conservadores, con sus escalas cromáticas intermedias, incluidas las de la piel. Menos de tierras donde el islam impera en templos y gobiernos, se han barajado todas las ínclitas razas ubérrimas, que decía Rubén Darío. Lo escribió el nicaragüense refiriéndose a España en su Salutación del optimista, por cierto.
Apuesten a que, si el elegido es un español, no lo tragarán los no creyentes que tanto amaban al Francisco en vida, empezando por la vicepresidenta Yolanda Díaz, atea y comunista, o sea, más bien de perfil poco católico, a pesar de que –según declara ella– eran amigos de chateo y seguimiento de sus respectivas trayectorias. Ay, mi Francisco... tenía sus cosillas, como llamar crimen al aborto y secuaces de a los médicos que lo practicaban, o que no haya feminizado a la curia, ni planteado en serio la erradicación del celibato, y haya incumplido su promesa de dejar de considerar “pecado” a la homosexualidad. Pequeñas diferencias entre compañeros del alma, aduce Díaz.
Esta semana de luto vaticano hemos visto cómo los no practicantes, más bien ateos, han superado en pasión por la muerte de Francisco a los católicos de verdad, mucho más silentes y verdaderamente religiosos, o sea, obedientes a los ritos y a quien tienen por representante de Dios en la Tierra y vicario de Cristo. Les caiga mejor o peor un polaco, un alemán o un argentino. Te quedas patidifuso con los camarlenólogos y los analistas espontáneos que prefieren a un progresista o a un conservador, un negro o un asiático. Lo prefieren para el mundo, quién dijo miedo: geopolítica y estratégicamente. Toda esa trivialidad es una cierta libertad: se habla de lo que a uno le da la gana. Adiós aranceles, hola a la púrpura y a su hospitalero, el camarlengo, tan nuestro.
El domingo ya llega tarde uno a casi todo en un escrito. Pero no es a toro pasado, porque, hasta la fumata blanca... hay temita. No sé si me deja más de piedra el amor por el supuesto progresista Bergoglio por parte de los no creyentes, o el repelús mal contenido de quienes, ufanándose de católicos en la política, lo consideraban –en la intimidad-- un bonaerense de pico gambeteador. Doctores tiene la Iglesia. A manojos, sin diploma ni misa. O, en la otra esquina, con la misa hecha excluyente reunión de “gente de bien”.
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