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Siempre nos quedará París
Cambio de sentido
La primera -una japonesa- me riñó por fumar; ella había hecho constar que buscaba ligues libres de humos. La segunda y última era del pueblo de al lado. ¡Con lo divertido que hubiera sido conocerla en las fiestas!". Esto me cuenta un amigo que lo ha intentado, sin éxito, en una de esas aplicaciones para citas. Cada vez son más mis amistades que prueban suerte en el proceloso mundo de internet para ligar y echarse pareja.
Llevo tiempo cuestionándome escribir sobre el asunto, porque lo haré de oídas, y temo elaborar más prejuicios que juicios. Para entrar en esas redes, aunque sea para documentarse, hay que darse de alta, y a mí es que me da mucha risa. Además, yo sé que, en cuanto me entre alguien, me voy a agobiar; pelar la pava no es mi fuerte. No es posible echar un vistazo sin comparecer, así que no tengo más remedio que testar experiencias en mi entorno. Hay de todo: amigas que sólo buscan echar un ratito, filtran bien y están felices de la vida; amigos separados con hijos y poco tiempo que, gracias a estos avances, se pueden organizar y acertar; conocidos ávidos de drama que por fin encontrado al amor imposible de su vida; otro que no se explica por qué siempre se lía con la jaca de Peralta, otra que ha conocido por eDarling a su vecina de puerta con puerta (ha reconocido su ropa en el tendedero), otra que ha caído en las fauces del psicópata perfecto, otra que en la pandemia tuvo más contactos estrechos que en toda su vida, y otra que infiere que el mundo está petado de narcisistas desorejaos por el hecho de que las redes efectivamente están infectadas de ellos. Los hay que están ya muy enseñados, son expertos en estas lides: de ésos por lo visto hay que huir; mejor centrarse en los cándidos novatos. Quien concluye que "la cosa está fatal" es que tal vez porque está buscando algo donde no se le ha perdido nada.
Lo mismo entro un día ahí y me vuelvo la tonta del Tinder, pero por ahora paso de escoger y que me escojan por el mismo procedimiento por el que elegimos una peli, reservamos un vuelo, compramos un queso o presentamos una factura por el registro electrónico. Hay más de consumición que de consumación, de competición que de compartición, y de social que de íntimo, en las relaciones tal cual nos las plantean. Además, si los ritmos actuales nos obligan a ligar como quien da número para el dentista, algo demasiado importante falla: es el amor -propio y ajeno- que no encuentra en esta vida su tiempo ni su casa.
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Gracias, Errejón