Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
Las dos orillas
El Estado de las Autonomías progresa adecuadamente: ETA ha sido derrotada, por eso se desarma, porque no tiene futuro. Sin embargo, nos queda la cuestión catalana, que no ha sido desactivada. Buscar una salida en el laberinto catalán, que sea asumible por todos, parece difícil. Fue Rajoy a Barcelona, pidió sensatez, ofreció 4.200 millones de euros en inversiones para infraestructuras, y lo criticaron en Cataluña y en el resto de España. En Cataluña (donde reclaman esas inversiones desde hace años), porque no se fían y les parece poco. En el resto de España, pidieron qué hay de lo nuestro. En Andalucía se recordó cómo está el asunto ferroviario en Granada y en Almería, o el enlace de Algeciras con Bobadilla, y todo lo demás.
Algunos días después, apareció una encuesta/trampa. Era como una tentación. Fue elaborada por el CEO (Centro de Estudios de Opinión) de la Generalitat. Es decir, que venía de fuentes pagadas por Puigdemont y los suyos. Según esa encuesta, en Cataluña ya hay más partidarios del no a la independencia que del sí. Se ha roto lo que antes se consideraba un empate técnico. Ahora los que votarían contra la independencia son el 48,5%, frente al 44,3% que estarían a favor. El porcentaje de indecisos se cifró en el 5,6% y un 1,6% no respondió.
Con esos datos, se podría proponer lo que algunos han sugerido por lo bajini. Una salida honrosa, para contento generalizado, sería convocar el referéndum que piden los independentistas, pero en un momento en que los partidarios de seguir en España sean mayoritarios. Es decir, que hay referéndum (como pide la Generalitat), pero siguen dentro del Estado español. Todos se quitarían ese marrón de encima.
Visto así, hasta es tentador. Pero no olvidemos dos cuestiones importantes. La primera (y principal) es que la independencia de Cataluña afecta a todos los españoles, por lo que se debería votar (si es que alguna vez se vota) en toda España, no sólo en una parte. Y la segunda es que en ese referéndum, si se convocara sólo en Cataluña, ganaría la independencia, digan lo que digan las encuestas previamente.
¿Por qué? Porque estamos en un momento histórico del tipo ley de Murphy. Si se puede votar lo malo, elegimos lo peor. Las encuestas no se enteran. Hay casos curiosos, como el Brexit y el triunfo de Donald Trump. Así, pues, la tentación de organizar un referéndum en Cataluña, para que lo pierdan los independentistas, sería una trampa peligrosa. Y un disparate.
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