La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Hace unos días acudí como suelo hacer en estas fechas de compras para anticipar algunos regalos de Reyes. Es una costumbre que permite aprovechar descuentos prematuros, evitar aglomeraciones de última hora y encontrar detalles que con el calendario apretando suelen ser más complicados. Fue una mala experiencia, un choque con una amarga realidad. Regresé con el cuerpo cortado a casa.
Pasear por las zonas comerciales transmite tristeza. Incluso en la zona de juguetes de un centro comercial el ánimo era diferente al normal. No había ni un niño tirando de la manga de un adulto, apenas es escuchaba ruido y desde luego nada de ese ambiente que impregna los días que van a llegar. Incluso los propios juguetes parecían apagados, sin apenas novedades ni grandes reclamos después de un año sin estrenos comerciales. Parecían mirar desde sus cajas con melancolía conscientes de la realidad del mundo que los rodea.
La sociedad está triste. Es evidente que a las crisis sanitarias y económicas que nos azotan las acompaña una profunda emocional que roza la depresión colectiva. Por más que se esfuerce Pedro Sánchez en hablarnos de la moral de victoria (expresión a la que se ha aficionado en sus comparecencias), la realidad es que el ciudadano mezcla incertidumbre, temor y dudas ante una situación que ya nos ha sobrepasado a todos. No es tarea sencilla.
El ánimo flaquea. Es difícil mantener un espíritu de lucha cuando la realidad nos habla a diario de fallecidos, víctimas, problemas económicos y las previsiones de recuperación o cura son tan etéreas.
La Navidad va a ser muy dura en todos los ámbitos. Haríamos bien en mentalizarnos y prepararnos para el trago que nos queda por delante. Tendremos que valorar las pequeñas cosas que podamos disfrutar sin comparar cómo fueron las anteriores porque ninguno hemos conocido nada similar. El reencuentro con los familiares que están lejos va a ser complejo si es que existe alguna posibilidad real. Salir de nuestras casas para lo imprescindible y evitar el contacto en la época de los abrazos se impondrán con la fuerza de la razón. Es una responsabilidad individual y colectiva ante la que tenemos que mostrar el máximo compromiso.
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Gracias, Errejón