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Es difícilmente comprensible, no que los electores voten a quien les parezca el mejor candidato posible o incluso, si están muy cabreados y quieren fastidiar el sistema, al que les ofrezca el voto escupitajo del desahogo populista. Esto es lo natural en democracia que, como la historia enseña, es la mejor forma de gobierno conocida, pero, como también enseña la historia, no garantiza que siempre gobiernen los mejores. Lo difícilmente comprensible, pues, no es que una mayoría de estadounidenses haya votado a Trump y según las encuestas estén dispuestos a volver a hacerlo pese a todo lo que se ha ido sabiendo de él, a su condena, a su discurso cada vez más demencialmente embustero, o que otros, por convicción o por frenar a Trump, vayan a votar a Biden, pese a que el debate dejó desoladoramente claro su deterioro cognitivo.
Esto no es lo difícilmente comprensible, sino que los partidos republicanos y demócratas los hayan elegido como candidatos en sus convenciones nacionales. El partido demócrata tiene 196 años de historia –es el partido en activo más antiguo del mundo– y ha dado 15 presidentes, entre ellos muchos de los mejor valorados y populares con F. D. Roosevelt y Kennedy al frente. El partido republicano tiene 170 años de historia y ha dado 19 presidentes, el primero de ellos Abraham Lincoln y el más popular tras él, Teddy Roosevelt. Es tan asombroso como desconcertante. Y hasta terrorífico si se tiene en cuenta el poder y las responsabilidades que asumirán, que dos partidos casi bicentenarios obliguen a los electores estadounidenses a elegir entre un mentiroso compulsivo de 78 años, carente tanto de ética como de formación, y un anciano de 81 años que da muestras de padecer problemas cognitivos.
El debate fue vergonzoso por parte de Trump a causa de lo que decía y penoso por parte de Biden a causa de lo que no se le entendía. “Un Biden ronco da respuestas deshilvanadas, mientras que Trump contraataca con energía y falsedades”, resumió la agencia Associated Press. Ganó Trump. Cundió el pánico entre los demócratas, con voces autorizadas pidiendo la posible pero poco probable sustitución de Biden mientras los suyos se enrocaban hasta extremos absurdos de negación de la realidad: “De lo que se trata es de elegir quien es mejor gobernando, no debatiendo”, dijo una cegada Kamala Harris. Y lo peor es que lo que allí pase nos afectará a todos.
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