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Turismo
Corrían los años 80 cuando una paradisiaca palmera inusualmente inclinada en mitad de un cayo de la República Dominicana fue utilizada por la conocida marca Ron Bacardí para publicitar el carácter caribeño de sus licores. La palmera, por sí sola, era capaz de atraer a decenas de miles de visitantes al año hasta aquel pequeño islote. Todos estaban deseosos de ser fotografiados sobre ella. Las fotos sobre la palmera se fueron sucediendo en el tiempo hasta que la palmera se vino abajo tras soportar más peso del que era capaz. Cayo Levantado -que así se llamaba el islote- perdió de golpe su principal atractivo. Pasó a ser una pequeña isla más en mitad del Caribe.
Valga este ejemplo para concienciar acerca de la importancia de la sostenibilidad en los modelos turísticos que se irán implantando. Los gustos, es bien sabido, cambian, pero lo que jamás deberá estar sujeto a cambio es el compromiso con la sostenibilidad, es decir, el fomento de un turismo respetuoso con el ecosistema, que no tenga impacto sobre el medio ambiente. Esta sostenibilidad también debe ser cultural, pues debe preservar la cultura local. Un turismo sin control puede acabar con la esencia misma de aquello que motiva su visita.
El turismo sostenible, además de preservar el destino, debe buscar la generación de empleo e ingresos de la población autóctona de tal forma que ésta se convierta en prescriptora de su propio destino, es decir, lo cuide y defienda para que, en una relación recíproca, siga siendo una fuente de riqueza y bienestar.
Otro factor esencial en el turismo actual es la previsión. Hay que ser previsores. Curiosamente es ahora cuando más hay que serlo, justamente en la época en la que en apenas unos segundos una noticia o una oferta recorren el planeta en cuestión de minutos.
La razón de esta previsión radica en que el turismo actual lo que se vende, sobre todo, son emociones. Las emociones necesitan tiempo para que calen y por ello se hace absolutamente necesario disponer de una planificación que se pueda ofertar con meses de antelación para que llegue al interior de las personas. No se trata de vender un turismo de primera impresión, llamémosle ‘de amor a primera vista’, sino un turismo meditado en el que las emociones hayan tenido el tiempo suficiente de reposo como para convencer al visitante de que está ante un gran destino. Para ello es imprescindible que la oferta esté con mucho tiempo de antelación a disposición del mercado. Es absolutamente necesario.
Para terminar, cabe destacar que en la actualidad la colaboración público-privada se torna esencial en este mercado global en el que estamos sumidos para conseguir las metas que persigue la industria turística y que, en buena parte, se resumen en recuperar cifras y superar los terribles efectos que tuvo la pandemia sobre el sector.
Pocas relaciones más simbióticas existen que la colaboración público-privada y más aún en materia de turismo. La promoción y desarrollo de productos turísticos de calidad bajo el auspicio público permite allanar el camino a los emprendedores, abrir nuevas vías de negocio y, quizás lo más importante, enriquecer y complementar la oferta existente.
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