Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
Opinión
HURGANDO en el “baúl de los recuerdos” –recuerdos para Karina a la que tuve el placer de presentar en la Plaza de Toros de Málaga hace más de 50 años-, me doy de bruces con un programa de lo que en su día fue el denominado Primer Festival de la Canción “Pro-Suburbios, ofrecido en la Plaza de Toros de Jerez el día 7 de agosto de 1971, con actuaciones estelares de Mike Kennedy, el que fuera la voz de “Los Bravos” –el grupo que compartía la admiración de la juventud de los años 50-60-70 con “Los Canarios”, “Los Pekeniques”, “Los Ángeles”, “Los Brincos” y un largo etcétera-.
Junto a la estrella de “Los Bravos” estuvieron en el coso taurino de la calle Circo “Los Álba”, “Los Romeros de la Puebla”, “Los Panderetos” –el popular grupo arcense que contó siempre con las bendiciones de dos grandes poetas paisanos: Julio Mariscal y Antonio Murciano-. La guinda autóctona la puso el siempre recordado Juan Morao al frente de su cuadro flamenco. La organización fue responsabilidad de Cáritas Interparroquial y el Secretariado Pro-Suburbios. No guardo clara idea del resultado económico, pero sí del éxito artístico alcanzado con tan amplio y variado cartel.
Y de un tema a otro sin divorcio informativo: la poesía estuvo en el festival anunciado como lo estuvo en otro de los actos en que coincidimos Juan Morao y yo; la primera vez que tuve el placer de que pusiera su guitarra a disposición de una intervención mía lo fue en un mitin de Pedro Pacheco, celebrado en el salón actos de la Caja de Ahorros de Jerez en Plaza de las Marinas. Así, la poesía ha sido y continúa siendo uno de los capítulos –junto al del teatro-, más importante de mi quehacer interpretativo por lo que, tampoco estaría de más echar una vista atrás a dicha actividad cuando de muchos de los actos protagonizados con raíz poético-flamenca van a cumplirse en este 2021, los cincuenta años de vida: creo haber referido en anterior información algo sobre el matrimonio teatral-poético con “Entre Víznar y Alfacar” –entierro para Federico García Lorca- con Manuel Fernández Molina “Parrilla de Jerez” con su insuperable toque, Diego Vargas al cante y Maribel Reyes al baile.
A este siguieron “Oración”, con texto del lebrijano Antonio Atienza, la intervención cantaora de Francisco Ruiz Méndez y Jesús “El Almendro” y la guitarrística de Pepe Moreno. “Poemas del vino de Jerez”, Edición Especial Fiesta de la Vendimia del Sherry, grabación llevada a cabo en los estudios Alta Frecuencia, de Sevilla, editada por Pasarela y patrocinada por el Consejo Regulador de la Denominación Jerez-Xeres-Sherry. El respaldo guitarrístico fue responsabilidad de las maestros José-Luis Balao y Manuel Lozano “El Carbonero” y el prólogo de presentación lo escribió el recordado Benito Pérez. Con Macarena de Jerez y Fernando Moreno –cante y toque-, puse en pie “Cantares” y con el gran amigo y fenomenal guitarrista “Viva la poesía viva”. Versos a Manuel Torre en su centenario en convocatoria de la Cátedra de Flamencología con el respaldo guitarrístico de Gerardo Núñez. Poesía taurina de Lorca en la Fundación Rumasa. Poesía taurina en la sede de la ONCE. “Cantar del pueblo andaluz” con Alberto Sánchez y Manuel Lozano “El Carbonero”.
“Al compás del romance” con Carmen Herrera, José Gálvez y “El Carbonero”, con actuaciones en Marruecos respaldados por el Instituto Cervantes. “Tauroflamencura poética”, espectáculo estrenado en la peña “Los Cernícalos” y ofrecido entre otros lugares en el Teatro de Guadalcacín, compartiendo cartel con María Terremoto en la que posiblemente fuera su primera actuación; lo que me hizo recordar a su abuelo a quién presenté en su última actuación en Jerez el 4 de septiembre de 1981 y a su padre en su debut, en el centro cultural flamenco “Don Antonio Chacón”.
Poesía Popular Andaluza en el salón de actos de la Casa de la Cultura de San Fernando, un recital para el que conté con la colaboración de la entonces joven bailaora Sara Pereyra, la que, pasando los años –pocos-, alcanzaría fama internacional como Sara Baras. Al respecto tengo una anécdota que no quiero omitir: el día en que Sara Baras recibió el “Premio de la Crítica” del Festival de Jerez, que en la Bodega San Ginés entregamos –diploma y catavino-, Beltrán Domecq o César Saldaña, -la duda me atenaza-, firma patrocinadora, y quien les comenta, en aquel momento relaciones públicas de la Cátedra de Flamencología de Jerez, tuve ocasión de nombrar a la bailaora con su apellido paterno –ya que el de Baras deviene de su madre, Concha-. Y fue al final, en torno a una copa de jerez, cuando el padre de la criatura quiso agradecerme el que hubiera citado su apellido, Pereyra, antes que el de Baras, ya que como padre se sentía inmensamente orgulloso sin olvidar, lógicamente, que el apellido materno irá indefectiblemente unido por siempre a la gran bailaora. Y así, con la poesía, el cante, el baile y el toque de guitarra, he conseguido llegar a conformar la expresión musical del pueblo andaluz, flamenco y poesía.
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