Veladuras

Cuarto de muestras

16 de marzo 2025 - 03:06

En la casa de mi infancia había un cuadro de una Inmaculada en la entrada. Por la noche, con determinada luz tenue, al asomarte por la escalera, podías adivinar desde arriba, tras la imagen religiosa, una mujer con sombrero y suntuoso ropaje a lo Zurbarán. Los ojos de niña encontraban algo mágico y misterioso en aquel lienzo tan bien aprovechado, según práctica común de la época, que permitía que dos mujeres bien distintas compartieran pigmentos y belleza. La virgen con su manto azul ascendía al cielo, la dama elegante se mostraba de perfil y servía de imprimación oculta entre las pinceladas.

Desde entonces, un acto reflejo me hace entornar los ojos cuando miro o leo. Intento ver no sólo lo evidente sino lo que a veces permanece oculto, apenas intuido, quizás imaginado. He aprendido que casi todas las cosas que forman parte de la vida tienen su imprimatura, su fondo compartido, sus veladuras, inseguridades, arrepentimientos, craquelados y por, por último, aquello que escapa a la mano del hombre y que lo hace único y misterioso. Somos una suma de aciertos y errores, de voluntad y pasos ciegos. Tan enigmática es la intención como el instinto. Y claro, somos también cómo nos miran.

Lo cuento porque de un tiempo a esta parte las cosas me resultan todas fuera de contexto, burdas, sin veladuras ni imprimación alguna. A brochazos se negocia el futuro de Europa en Rabat. Con rodillo de pintura acrílica se dibuja una economía temeraria y especulativa de criptomonedas, aranceles e incertidumbre. El barniz de los negocios raros le da un colorido cobrizo y un brillo extraño a Trump. Musk es una pintura cubista sin perspectiva, un retrato extraño de alguien que sueña con parcelar la luna, con la soberbia, la creatividad y la mirada cruel de un niño que se sabe líder. Sánchez hace de su gobierno una viñeta de comic, pero sin humor, en la que sus aliados aparecen divididos en recuadros porque no pueden vivir sin pelearse. Es Miley un Caravaggio moderno de fondo oscuro y ojos desorbitados. Tiene el rey el aire apesadumbrado de los monarcas antiguos que soportaban el peso de sus coronas y el temor a sus súbditos. Putin es una fría vela de cera que sueña con echar a arder el mundo. Dicen que anda un Bosco de nuestro tiempo pintando a China con su juicio final descabellado entre el pecado del consumo desaforado, la transitoriedad de la vida y la locura del hombre.

En este enorme lienzo que es el mundo se suceden y superponen las veladuras de cada época. Produce estupor su grandeza y su abismo. Y nuestra pequeñez.

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