Alberto Núñez Seoane

Las vidas que no pudimos vivir

Tierra de nadie

21 de octubre 2024 - 02:12

Me he preguntado muchas veces como hubiera sido mi vida si hubiese tomado una decisión distinta de la que algún día adopté. Hablo de esos momentos en los que, por ejemplo, escoges quien será tú amigo, o tienes que elegir la carrera que vas a estudiar, el lugar en el que lo harás, decides compartir tu tiempo con la persona que amas o crees amar, tener o no tener un hijo, trabajar en éste o aquel sitio, mudarte a otra ciudad o permanecer en la que estás ... Contestaciones que vas dando a toda esa larga serie de preguntas que la vida te va haciendo en el trascurso del tiempo.

De cada una de las respuestas que des dependerá lo que te vaya a ocurrir más adelante, incluso el momento en el que lo decides influirá de algún modo en lo que te va a pasar o no: puede no ser lo mismo hacer algo importante hoy que hacerlo mañana; las circunstancias no serán exactamente las mismas, ni las personas implicadas estarán en igual disposición, pues ellas también están sujetas a mil cambios, imprevistos, contratiempos o accidentes que alterarán su situación.

A tus padres no los elijes, ni a tú familia tampoco, es aquí donde comienza la tremenda influencia de las circunstancias sobre lo que somos y seremos, sobre todo en “cómo” seremos.

Será tu vida una, si eres el único hijo; otra, si tienes un hermano; otra diferente si es hermana la que te acompaña y así hasta el infinito … y más allá. De como sea la condición de tus hermanos, si los tienes, dependerá en parte la tuya, sin que tú, a esas tempranas edades, puedas decidir nada al respecto.

Las amistades de adolescencia y juventud condicionarán hasta lo inimaginable el carácter y la actitud de esa persona que todos hemos sido, entonces en plena formación y “ebullición”. De estar con unos a haber estado con otros dependen tantas variables que nos afectarán de modo decisivo en la forma de ser y comportarnos, que sería interminable detallar una completa relación.

Cuando eliges los estudios que te gustan o el trabajo que prefieres, o si no puedes elegir y has de conformarte con lo que venga, estás escogiendo un camino y descartando los demás, o asumiendo lo que piensas que el destino te impone. Será distinta la Facultad en la que aprendas o el lugar en el que trabajes, diferente la ciudad, las gentes con las que te cruzarás cuando pasees, o con las que hables mientras tomas una cerveza en el bar, conocerás a unas si estás en Córdoba y a otras si vives en San Sebastián, variarán las vivencias que vas a encontrar, y con ellas tú existir será uno, u otro, u otro...

En esa etapa de tú existir es probable que conozcas a la persona de la que te enamorarás, probable que decidas unir tú vida a la de ella, o no; tal vez formar una familia, o no. Y todo cambiará según sea una, otra o ninguna la persona, cambiarás tú y la cambiarás a ella, los hijos serán los que no hubiesen sido al ser distintos los padres que los ha concebido, y al cambiar ellos cambiarás también tú, pues no serás el mismo que eres con los hijos que tienes al que hubieras sido si los hijos fueran otros, o si no los tienes.

Nos queda la irresoluble curiosidad de saber que hubiera sido de nosotros y de nuestra vida si no hubiéramos conocido nunca a aquel que tanto daño nos hizo, o hubiésemos estado en la clase en la que no estuvimos, o nos hubiéramos enamorado de una en lugar de otra,

o casado con aquella chica que conocimos y se fue porque la dejamos ir, porque ella no nos quiso igual o porque nunca le dijimos lo mucho que nos gustaba.

Las posibles alternativas aumentan, en un exponencial torbellino, a medida que pasan los años y los actores y circunstancias se van añadiendo a nuestros días hasta perderse en un casi infinito número de disyuntivas.

El único consuelo que, a mi entender, tenemos para no perder tanto como puede que hayamos perdido, es conocer todo lo que alcancemos, aprender siempre, viajar a cualquier lugar y leer sin dejar de hacerlo. Rozaremos en parte esas vidas que no hemos podido también tener.

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