Mariló Montero

Aquí no hay quien viva

Por montera

El urgente objetivo es evitar el asesinato y que las que presumen de feministas salgan de sus cavernas

16 de septiembre 2023 - 00:00

En esta nuestra sociedad, emulando a aquel brillante presidente de la comunidad e ilustre Juan Cuesta, de Aquí no hay quien viva, el progreso solo se consigue con las izquierdas más radicales. El resto de la colectividad solo desea y pretende, según acusan los “progresistas”, retroceder hacia las cavernas. Pero no se lo crean, utilizan guiones políticos tan ingeniosos como los brillantes creativos que le dieron tan formidable triunfo a dicha ficción. En esa construcción que todos y todas vamos haciendo con nuestros actos, análisis y críticas seguimos aportando propuestas para arreglar los insoportables defectos que padece esta nuestra comunidad. Tenemos un problema muy grave con la ley de igualdad en manos de un ministerio encabezado por Irene Montero y su grupo en funciones, que va liberando delincuentes y aterrorizando a las mujeres que por fin dieron el paso de hacerse fuertes para enfrentarse a sus agresores y poder reemprender su vida con algo más de seguridad. La cuestión es que según el último balance del Ministerio de Presidencia e Igualdad las víctimas mortales a causa de la violencia de género en lo que va de año hasta septiembre de 2023 ascienden a 44. En 2022 se inscribieron como víctimas de violencia de género y de violencia doméstica un total de 41.321 personas, una cifra superior a 2021. De éstas, 37.593 fueron mujeres. Por lo tanto vamos en ascenso. El foco para la solución se centra en motivar la denuncia que es vital para comenzar las actuaciones de liberar a las mujeres. Pero se da la espalda a frenar y controlar al agresor, una vez más. Al asesino. Al agresor se le mete en la cárcel y después vuelve a salir con el peligro de reincidencia puesto que no se le obliga a recibir los cursos de reintegración: primer fallo. Hay que actuar antes. Sería motivo suficiente una amenaza verbal y física del ofensor para que la mujer interpusiera una denuncia y con ella se alejara, ipso facto, al delincuente. A éste se le retiraría de la vivienda conyugal, manteniendo su vida aparte, a un centro especializado donde se trataría su agresividad, controlaría sus movimientos, tenerlo ficharlo y separado del entorno de su pareja o ex pareja. El urgente objetivo es evitar el asesinato y que las que presumen de progresistas feministas salgan de sus cavernas y empiecen a salvar vidas y no reduzcan su labor a dar el pésame y a escribir que están al lado de la víctima. Es apremiante estar al lado de las amenazadas para evitar que se conviertan en víctimas mortales a las que solo les quede recibir en la tumba flores y mensajes en redes con un lazo negro.

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