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Yolanda Díaz es el mayor error político que hemos cometido”. La ex ministra Irene Montero ha sentenciado de este modo a la vicepresidenta del Gobierno durante la presentación de un nuevo libro de memorias sobre Podemos, Algo habremos hecho, una interesante saga de confesiones y ajustes de cuentas de los morados que inauguró Sergio Pascual con Un cadáver en el Congreso, muy recomendable de releer después del estallido del caso Errejón.
Pascual fue diputado de Podemos por Sevilla e inauguró la lista de damnificados de Pablo Iglesias. Fue el primero de una purga que luego se extendería a todos los fundadores de Podemos: a Carolina Bescansa, a Teresa Rodríguez, a Luis Alegre, a Errejón y, finalmente, a Monedero, de lo que cabe colegir que quizás lo de Yolanda Díaz haya sido el último error político del núcleo duro de Iglesias, pero no el mayor.
Probablemente, el error lo llevaban en un ADN de una extrema izquierda que quiso ser nueva pero que reprodujo todos los males de estas antiguas facciones, entre éstas, la endogamia como precursora de las luchas intestinas. Con motivo del caso Errejón, lo hemos vuelto a ver, hay quien ha querido apoyarse en ello para rehabilitar a Pablo Iglesias y para acusar de más o menos complicidad con las andanzas del caído a todos aquellos que habían visto en él una versión socialdemócrata y aceptable de los morados.
El grupo de 61 diputados que llegó a alcanzar Podemos se fue jibarizando por un cúmulo de errores que no supieron reconducir cuando Iglesias fue vicepresidente del Gobierno y cuya dimisión constituye el paradigma de la inutilidad de una organización política cuando sólo sirve para la agitación y la propaganda. Él siempre estuvo más cerca de la teoría de las dos orillas de Julio Anguita que del Compromiso Histórico de Enrico Berlinguer, así que dejó la responsabilidad del Gobierno por aburrimiento, no sin antes nombrar a dedo a Yolanda Díaz como sucesora.
Y, en efecto, lo de Díaz ha sido un error, Sumar no funciona ni dopado, pero el mayor daño que Podemos se ha autoinflingido fue la ley del sólo sí es sí que Irene Montero se empeñó en defender hasta las últimas consecuencias que no fueron otras que la de la rectificación por parte del Gobierno y que, a la postre, obligó a su exclusión por empecinamiento dañino. Señalar a Yolanda Díaz es puro ruido de tripas.
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