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La Atención Primaria acumula una década de deterioro en Andalucía. Como consecuencia de los ajustes presupuestarios de la crisis económica, todo el sistema público de sanidad quedó dañado de un modo estructural. De forma paradójica, ha sido la pandemia del Covid la que ha venido a paliar una parte del problema, porque el Gobierno andaluz ha contado con unos fondos extraordinarios que no sólo han servido para contratar a personal sanitario para los hospitales, sino que se han realizado importantes inversiones en unos edificios que apenas se habían mejorado desde sus inauguraciones. Esto también ha permitido recuperar viejos edificios del SAS e, incluso, iniciar nuevas construcciones. Pero en esta mejora ha faltado la Atención Primaria. El coronavirus y las medidas que implicaba, como la asistencia no presencial, ha terminado por agravar de modo masivo una situación que ya era, de por sí, preocupante. No es el momento de explicar cuál es la importancia de la Atención Primaria, pero basta subrayar que es la puerta de entrada al sistema de salud público y que evita muchas hospitalizaciones, de ahí que uno de los grandes hitos del SAS fuera la extensión de estos pequeños centros por todo el territorio. Tampoco hay que debatir sobre si el sistema está colapsado o atascado, pero hay que considerar que la demora provoca una fuerte incertidumbre emocional en cada uno de los pacientes que no siempre casa con las cifras estadísticas, que son más generales. El SAS ha puesto en marcha ahora un sistema que no debe ser rechazado, se venía proponiendo desde hace años y en algunas comunidades, como Cataluña, ya se ha experimentado. Consiste en que sean enfermeras quienes reciban al usuario que no tenga cita en el centro. Eso permite, primero, una atención inmediata y, segundo, una visita posterior al facultativo, porque se ha calculado que se así se resuelve el 50% de las consultas. Del mismo modo que consideramos que es un plan que se debe desarrollar, entendemos que el Ejecutivo andaluz debe prestar atención a este problema y no dejarse llevar por estadísticas generalistas que lo único que consiguen es el autoengaño.
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