Editorial
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Por motivos históricos evidentes, Cuba siempre tendrá un lugar muy destacado en el afecto de los españoles. Este cariño se ha comprobado, una vez más, con el interés que han suscitado en nuestro país las protestas que, desde hace unos días, han agitado las calles de numerosas ciudades cubanas, consiguiendo que miles de ciudadanos pierdan el miedo a la todopoderosa y represora dictadura cubana. Los motivos de las protestas son varios y complejos, y van desde la crisis del turismo -una de las principales fuentes de divisas de la isla- hasta la deficiente gestión que el Gobierno cubano ha hecho de la pandemia de coronavirus, por mucho que el régimen poscastrista siga vendiendo la sanidad como uno de sus grandes logros. Por supuesto, también influye el bloqueo norteamericano -aunque no tanto como el régimen quiere hacer ver-, el hartazgo que producen décadas de dictadura comunista que impiden las más elementales libertades políticas, económicas, sindicales, sociales y culturales; y los sangrantes privilegios de los que disfruta la élite del Partido Comunista frente a unos ciudadanos que sufren una precariedad material fronteriza con la miseria. La respuesta del Gobierno de Miguel Díaz-Canel ante estas movilizaciones pacíficas y espontáneas ha sido durísima, cortando internet, fomentando el enfrentamiento civil al movilizar a los partidarios del régimen, descalificando a los manifestantes como "mercenarios", "delincuentes" o "criminales", y ordenando una brutal represión por la que ya hay numerosos detenidos y desaparecidos. Pese a estas evidencias, en España todavía hay partidos políticos, como Unidas Podemos, que se empeñan en blanquear la dictadura cubana y en negar la evidente realidad: que Cuba es simple y llanamente una dictadura. Esto no deja de ser preocupante porque demuestra un déficit democrático importante en un partido que está presente en el Consejo de Ministros y en buena parte de las instituciones del Estado. Se comprende mejor la prudente actitud del nuevo ministro de Exteriores, José Manuel Albares, pidiendo al régimen respeto por los derechos de los ciudadanos y acelerar las reformas. Es mucho lo que se juega España en la isla.
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