Editorial
La añoranza del consenso
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Lejos de estar pasados de moda, los debates electorales televisados son más necesarios que nunca. Vivimos en una época en la que las redes sociales han trivializado la información de una manera impensable pocos años atrás. Hoy en día, los ciudadanos están bombardeados por numerosas noticias falsas, consignas y manipulaciones recubiertas de un humor más o menos chusco (memes), por lo que necesitan herramientas con las que poder hacerse una idea de la realidad política y de las verdaderas propuestas de los distintos candidatos. Para ello, no hay nada mejor que un formato inventado ya en la democracia ateniense en el siglo V a. C.: la confrontación en directo de las ideas, con "luz y taquígrafos", como se suele decir. Los debates televisivos permiten a la práctica totalidad de los posibles votantes asistir desde la comodidad de su hogar a estos duelos dialécticos que, aunque tengan también evidentes limitaciones y artimañas, les sirven para formarse un criterio imprescindible en el ejercicio de sus libertades. Es decir, son fundamentales en la calidad democrática de unos comicios. De hecho, en los países con una larga tradición parlamentaria, es impensable que no se celebren dichos debates televisados.
RTVE ya ha propuesto a los candidatos andaluces la celebración de dos debates: uno entre los líderes de los cuatro partidos con representación parlamentaria en la actualidad (PSOE, PP, Ciudadanos y Adelante Andalucía) y otro entre la actual presidenta de la Junta de Andalucía y candidata socialista, Susana Díaz, y el líder del principal partido de la oposición y candidato popular, Juanma Moreno. Ambos encuentros son necesarios. El primero porque recoge toda la pluralidad del Parlamento de Andalucía y da voz a las diferentes sensibilidades políticas; el segundo porque enfrenta directamente a los dos candidatos que más opciones tienen de ganar los comicios. Juanma Moreno ya se ha apresurado a confirmar su presencia en ambos, consciente de que el gran error del popular Javier Arenas en las elecciones autonómicas de 2012 fue rehuir el debate con el socialista José Antonio Griñán, cuando el primero era claro favorito. El electorado no perdonó a Arenas su actitud y le negó la mayoría suficiente para poder gobernar. Por eso, y por pura higiene democrática, sería incomprensible que Susana Díaz rehusara enfrentarse dialécticamente ante las cámaras de televisión con el político popular.
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