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Muy equivocada está la banda terrorista ETA y los tragicómicamente denominados artesanos de la paz si piensan que con la entrega de armas de ayer es suficiente. De la organización criminal, que ha sido derrotada por las Fuerzas de Seguridad del Estado y por la sociedad española, sólo esperamos una noticia: su inmediata y absoluta disolución sin ningún tipo de condiciones. Los etarras deben presentarse en las comisarías españolas y francesas para aclarar los crímenes que aún quedan por resolver y ser puestos a disposición judicial. Sólo de esta manera se podrá acabar con medidas excepcionales -y muy útiles- como ha sido la dispersión de presos. Todo lo demás sólo debe considerarse como lo que es: amagos propagandísticos encaminados a reescribir la historia de estas décadas de terrorismo en el País Vasco y a sacar ventaja política para los herederos de ETA. Sólo los muy ingenuos o los cínicos pueden ver el gesto de ayer de los terrorista como algo loable. ETA debe pasar, de una vez por todas, a los libros de historia, que deben recoger lo que pasó: cómo un sector de la sociedad vasca vinculada al ultranacionalismo identitario se dedicó exterminar a los que no pensaban como ellos, muchas veces apoyados por la pasividad e, incluso, la burda justificación de algunos partidos, sindicatos, medios de comunicación, intelectuales y organizaciones sociales. La entrega de las armas de ayer es un paso más en la descomposición de ETA y sus apoyos, pero lo que no puede tolerar la sociedad española es que obtengan con la propaganda lo que no consiguieron con la violencia. ETA es ya un cadáver andante y si ha considerado y aceptado su desarme es, sencillamente, porque ya no tiene apoyos financieros y políticos de peso. No debemos olvidar esta circunstancia o correremos el riesgo de que el nacionalismo radical vasco asalte los libros de historia como intentó hacerlo, sin éxito, con nuestra democracia.
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